kavanarudén

La voz de la noche

 

 

 

 

Siento la voz de la noche.

 

Habla a través del viento que golpea mi ventana, del frío suave que se siente, de la oscuridad.

 

La voz de la noche es suave, dulce, melódica, casi imperceptible. Hay que afinar el oído, hacer silencio profundo, para poderla apreciar.

 

Tiene la noche un perfume suave, una fragancia a musgo salvaje, a humedad, a flores silvestres, a selva, a pasto recién cortado, a tierra mojada.

 

Te invita al silencio, a la meditación, a dejarte llevar por lo que el corazón siente, por tus más profundos sentimientos, sin tener temor alguno.

 

La noche no esconde nada, es el fiel reflejo de tu interior, es el espejo fiel del ánima.

 

El alma atormentada no encuentra paz en sus brazos, la teme y huye.

El amante solitario la añora, ya que ella le ofrece la oportunidad de soñar con la amada, de poseerla, de entregarse, de amarse.

La estrella polar la necesita para poder guiar a los navegantes en el mar de olas cantarinas, solitario y oscuro.

La hermosa luna llena la precisa, para poder reflejarse en el lago profundo del valle, siendo así inspiración para el poeta amante.

Las aves nocturnas le agradecen, por proteger sus sensibles ojos y permitir su peculiar canto.

El mónaco reflexivo la busca, en ella se da el encuentro del alma con su amado.

 

Esta misma noche que me cobija, te cobija amor mío. En la lejanía nos consuela y nos une aún más. Con ella te mando un beso, dulce como los cerezos silvestres del bosque; una caricias cálida que abrigará tu desnudez y un “te amo”, en sus susurros eternos.

Al quedarnos hoy dormidos, me ha prometido la hermosa, misteriosa y elegante noche, que unirá nuestras almas para siempre, eternamente. Tú y yo navegaremos en las aguas tranquilas de los más hermosos sueños, de etéreas fantasías, cubiertos con el manto de estrellas y arrullados por la voz dulce y sonora, de la noche encantadora.