Espinela

Maneras de vivir.

Rincones del  mundo postrados ante ti,

Con el insignificante valor de  hacerte sentir,

Cuál sagrado mandamiento, debemos de cumplir

Pues toda la dicha que conservas se perderá al morir.

 

Quién dijo, que no se podía crear,

 Ni aprender a ser feliz,

Si tan sólo libre es el viento

Y yo sin alas podía vivir.

 

Tan sólo así valorarás la belleza,

Que a través de tus ojos pude sentir.

Tenues palabras salieron de tus labios,

Iluminando aquella noche gris.

 

Son mis anhelos los que hoy tengo sin ti,

Como se anudaban tus manos

en aquella cruel despedida.

No lo pude describir.

 

Como la primera brisa al despertar en la mañana,

Siguen mis ansias hacia ti,

Que en este mundo sólo fui un pasajero

Que no supo bien donde ir.

 

Recuerdo con añoranza ese calor saliendo de ti,

Quizás algún día lo vuelva a sentir,

Siempre me quedará esa esperanza,

Cumpliendo en penitencia hasta poderlo revivir.

 

El aroma de tu pelo, entre las rosas del jardín,

Que florecen cada mañana que me acuerdo de ti.

Ni en cada primavera se podría conseguir,

El florecer de una rosa que coloreara este jardín.

 

Recuerdos tenues que guardo en un sin fin,

De versos efímeros engendrados para ti,

Mientras nada tendrá sentido en este afín,

Sólo la fría nostalgia se apodera de mí.

 

Que tristes las noches oscuras,

Hasta el mar susurra un sentir,

Me pregunta por qué suspiro a las estrellas

Y el silencio le responde por mí.

 

Sólo espero que me recuerdes,

Cómo yo te recordaré a ti

Que la brisa a mi me entretiene

Y el resto quedará por escribir.

 

¿Pero quién dijo que el mundo terminaría aquí?

si esto es sólo el principio de lo que queda por vivir

aunque la vida parezca corta y el reloj no pare de latir

insistiré en recuperar lo perdido y exprimir lo que que quede por venir.

 

Muchas direcciones,

sólo un camino que elegir

aunque parezca un suicidio

déjate guiar por lo que te hace feliz.

 

Mundo de pocas personas

para demasiada gente hostíl

caminantes sin rumbo por la vida

olvidándose de los encantos a sucumbir.

 

De cada tropiezo se aprende

a no volverlos a repetir

aunque a veces se nuble la mente,

y es el corazón el que habla por tí.

 

Directo y conciso,

El ruido camina por mí,

que para no oír nada preciso,

el silencio tiene más que decir.

 

Las palabras se las lleva el viento,

cual hojas en otoño

sólo los actos perduran

firmes después de nuestra sepultura.

 

Sentirnos libres para muchos es un pecado,

a aquellos que viven aferrados al pasado

arrastrando consigo cadenas oxidadas,

clavadas como espinas frustradas.

 

Y al fin y al cabo, todos terminaremos postrados,

arrepintiéndonos de lo que dejamos inacabado,

sintiéndo la ira de lo que no dijimos,

y arrepintiéndonos de lo que habíamos hablado.