Santiago B

Pequeño, juego


Ese ruido de antes cada vez lo necesito menos, a tu lado la mano danza torpemente y la caricia se va posando como una hoja en el agua que todo lo cambia con un trémulo roce vibrante. Esto de todas formas no es un canto a tu cuerpo ni a lo que veo en tus ojos de abeja domada, exalto la gracia con que a mi boca llega el idioma cuando te hablo corta, frágil, desdichada, alegre, sonrisa, me gustas, abrazo, maletas juntas, tu mano que me busca, tus ojos que sigo con un temblor agradable y voraz , el corazón salta, mis palmas sudan. Qué sutil manera de llegar tienes, luego explotas como las uvas que se deshacen en un mordisco jocoso y suave.
Así hay que pensarte, bajo las sombras más tenues que son casi nada y el pasto que sostiene la espalda como una alfombra cambiante,
te pareces al idioma que hablo antes de hablarte,
compuesto de figuras en un marco de mestizaje, tú las traes.
Y rompes en dos las palabras:
Esas curvas se deshacen como una rima que desaparece para dar paso a un suceso,
un rasgo fugitivo que permite distinguir la prosa del verso, pero así tan contigüos, tan adyacentes, la boca y el pensamiento es uno mismo, como el beso que inicias y yo termino.
Más tarde cuando te vea, el ruido no me va a hacer falta,
y las abejas te danzarán como si este seseo te silbara,
igual si no,
a mi poco me importa,
te imagino
eso me basta.