Ivan martinez

Fácil vienes a mi mente

 

 

Fácil vienes a mi mente

no es extraño que te piense,

todo había sido predecido

en un sueño abierto a lo perdido.

 

Donde dolía profundo el llanto

y una imagen alejada se volvía espanto,

y de consuelos solo acechaban quebrantos;

esto y más… en un antiguo canto.

 

Tiento la orilla de esta absurda pena,

corre granulada mi sangre cual ríos de arena;

cuando una luz a mi sombra no corresponde

y fui condenado a huir sin saber adónde.

 

Primavera del más brutal frio…

dulce condena, cadena amarrada a mi martirio.

¿Yo quien soy para merecer tu infame castigo?

¿Tú quién eres? que arremetes contra este caudillo.

 

Suelo impertinente de silencios tempestuosos,

cielos grises de contextos horrorosos.

No puedo aunque quisiera dedicarte algo hermoso.

Duele el sol de tus días espantosos.

 

Y te ama aun la luna…

todas mis noches convertidas en bruma,

te suspira este viento caprichoso por tu recuerdo;

pues solo él conoce tu existencia, tu respiro y tu momento…

 

Tu rostro exacto en que conversas con la duda

que deambula y que escondes tras tu ego,

y presumes que el dolor que te azota es causa mia…

y la llamas a tu abandono… mi cobardía.

 

Venga la chispa, la tristeza y rebeldía,

viertan lluvias acidas destructivas;

resequen mi boca de verdades diluidas

que completan el ciclo de tu obra consumida…

 

En mi alma y en mi cuerpo con las ganas:

De existir allá donde el aire no se respira.

¿Que es más vil: tu verdad que tú corta mentira?

¿Tu final o la palabra que se agranda y castiga?...

 

De un adiós a la esquina que quiebra la vista

y el silbido cansado de un ayer inconcluso,

si publico mi lamento ante el mundo te castigarían

Pero a mí que me importa el mundo!?...

 

Cuando en mi cuarto habita lo infecundo

y de ira me somete el segundo que acontece,

bulle sin temores algún tipo de rabia

que no conoce de distancias cosas sabias…

 

Pero hare de esta loma montaña

y surtiré del llanto un río de silueta castaña,

beberé con amor la lejía que calma

con dolor el sufrimiento que me encarna.

 

Y no me anticipo a los sueños

como un medio de mirar tu cara,

de que vale contemplarte entre el polvo

que algún fuego del suelo lama…

 

Acostumbrado estoy a cuartos sin ventanas

y a figuras repletas de lamentos,

no me atraso ni me adelanto al tiempo;

capto y atrapo las circunstancias en mero momento.

 

Y ni iré, ni vendrás; estoy seguro:

Cual una iluminada mirada que traspasa el denso muro.

De piedras no veras que lanzo a tus ventanas,

esas que como estrategia ya tenías preparadas…

 

Para saltar, huir de mí y hasta de nadie,

de cualquier sombra moviéndose por la calle,

justo a mil vistas extraviadas y alocadas;

que no perdonan piedras que revientan…

donde el paso ve un desaire

 

Me veras jugueteando en lo espejos,

nuevos y viejos, aluviales, llenos de reflejos.

Oirás de modo místico mi voz en palabras muy cruciales

que conversa en un lenguaje

donde tu nombre no lamentan,

y ni se da cuenta

que al justo golpe darme…

me libraste de pena, pues creía que a tu lado era “libre”

pero tan solo estaba pagando tu condena.