Fernando Martínez

Madre María

¡No estoy solo!

lo he dicho desde aquel día,

cuando ese frío carcomia mis huesos

y te dignaste a verme, a esperar algo de mí,

para que no muriera

abandonado y sin amor,

¡No estoy solo!

lo repitiré el resto de mi vida

por aquel segundo en que tu amorosa mirada

descendió sobre mi cabeza

y evitó aquella muerte 

que sedienta por mi sangre esperaba a pocos centímetros,

por un pedazo de mi, 

por mi alma, y por todo lo que representaba

¡No estoy solo!

¡Tengo a mi madre!

esa bella protectora que salva a la humanidad,

con su amor, con su vida, con su hijo el redentor.