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El Ășltimo deseo

Siento el eterno trastorno de la lucidez absoluta

cuando las marejadas de viento se entrecruzan,

y el mórbido placer eterno de la clarividencia

en mi sollozar, se hace realidad y existencia.

No hablo de ilusiones, de sueños, ni esencia,

tampoco de grandes amores u osadías,

mucho menos de pájaros, montañas o fantasías,

tampoco de praderas, ni de tierras prometidas.

 

Zarcos ausentes en el horizonte,

densas capas de neblina que desfilan por deporte,

se confunden con el estrépito de mi cigarro,

y éste a su vez danza con el aroma del café,

hasta perderse en el anonimato,

sin esperanzas, sin fe.

 

Hoy volví a ser yo mismo por minutos extensos,

por un letargo de visiones de tiempos lejanos

en donde los terciopelos se hacían perversos,

quemaban como veneno, dolían como desamores,

rugían como fieras y decepcioaban como traiciones.

 

\"Olvida, olvida, esos tiempos terminaron,

se fueron, se ahuyentaron, se esfumaron,

los botaste por la ventana cuando te mataron.

Díscolo, recuerda que te exhumaron\".

 

Hoy lo siento, hoy te siento

Y la rabia es mi aliento, mi alimento,

¿por qué apareces hechicera?

¿por qué ahora cuando es más difícil amar?

¿por qué cuando no queda nada más por adorar?

Ya no queda nada, todo se perdió en el mar.

Me gustas, me enloqueces, me enajenas,

logras brotar entre las carnes mis venas,

 

Diosa deliciosa del olimpo, del inframundo,

sí, mejor de allá abajo, donde va el hombre taciturno.

Llévame, poséeme por un segundo,

sé mi fugaz estrella que ilumina por un instante mi mundo,

y te prometo, sólo esta vez te prometo,

que en realidad pediré mi deseo,

y será nuestro… nuestro eterno apogeo.