Gomezea

Una vez, dos veces; mil veces

Una vez, dos veces; mil veces

 

Aquí y ahora y cuando me lo pidas

tendré un beso para tus labios de miel,

que recorra desde la lengua hasta el alba,

que se muera donde termina la piel.

 

Un invento de tus sábanas mojadas

con el regalo que supuran tus muslos

cuando las fantasías de la madrugada

cubren las cobijas con lúbricos frutos.

 

Te amaría una vez, dos veces; mil veces

sin que permanezca vestimenta alguna.

Te llevaría más allá de la gloria

donde tus ojos se aclaran como luna.

 

Allá y entonces, disolveremos los puntos;

lascivos, adjudicados al relámpago,

sin tabúes, sin más verjas que la epidermis,

enredados en la infinidad del tálamo.

 

Seremos la misma historia de siempre,

la que acaba con los dos pulverizados

deseando “le petite mort” como ilegales

con la secuela de estar enamorados.

 

Reviviría una vez, dos veces; mil veces.

Te descubriría con cada resuello.

Te amaría hasta que el tiempo se detenga

Y volemos más allá de los sueños.