S.V.

Olas

Mirando el mar, una simple tarde de verano,

en esas que el sol se pone, con la grandeza de un tirano.

Jugando con las olas observo a un nenito,

intimidado por las olas, sintiéndose chiquito.

Luego de un buen rato el nene se anima a meterse,

desafiando esas olas que amagan con deshacerse.

Y mirando su audacia, desafiante y aventurero,

asemeje el ritmo de las olas con un viaje por el tiempo.

 

Las olas de la orilla son las primeras etapas,

esas que te asustan, hasta que uno se destapa.

Cuando uno las pasa van apareciendo olas más grandes,

aumentando el desafío y creando personalidades.

A medida que las olas crecen uno busca traspasarlas,

hasta que descubre que más allá se encuentra una inmensa calma.

Le siguen aquellas olas más grandes, que preceden a esa paz,

y son las que a uno lo elevan alto, y disfruta del bajar.

Adentrado en la vasta calma uno mira para atrás,

admirando todo aquello que una vez supo pasar.

Y divisando allá a lo lejos alguien que se anima a entrar,

uno se aferra de su experiencia y se tienta a aconsejar.

 

Mirando el mar una simple tarde de verano,

donde el sol ya no es un tirano, sino una meta que alcanzar.