MichaelJhon

Carta nostálgica de un pensador a media noche.

Hoy te eché mucho de menos. Perdóname por no estar allí contigo. A veces no sé cómo soportamos esta distancia. Recuerdas que te hablaba sobre el odio el otro día. Y es cierto, no odio a nadie. Es más, me resulta imposible odiar a alguien; en cuanto me lo propongo, apenas llego a una ligera furia que se encarna en la imaginación, pero de allí no pasa. Y luego retorna la calma. Calma, que, desde luego, me desespera. Hoy después de casi dos años me he vuelto a sentir solo. Me hace falta tener alguien cerca en quien confiar sin que sienta pena por mí, sin que me critique, solo que me escuche, que me quiera así, sin darle lástima, sin suscitar un compromiso de ayuda. Sabes, odio utilizar la palabra \"odio\" inadecuadamente, pero es lo primero que se me ocurre. Y pues, odio que la gente solo te hable cuando te necesite, e incluso te escriba o te llame de manera continua durante el tiempo que haga falta hasta que concluya ese finiquito que fue abierto durante el necesario coloquio de \"amistad\" o mejor dicho conveniencia. Hoy estoy distraído, como bien dicen por ahí, y no deprimido. ¿Qué manera tan optimista de ver la nostalgia, no? Echo de menos ser un niño y no tener responsabilidades. No deberías admirarme. Desisto muchas veces. Mi madre me pinta ante los demás como si fuese el típico buen hijo por excelencia, del cual un padre siempre ha de estar orgulloso. Yo creo que me pongo triste más por no comprender la rabia que me genera el deducir que mañana estaré bien, que descubrir el verdadero motivo de mi tristeza. ¿De la nada? Pero que cosas me digo... Puntos suspensivos. Es cierto. Pienso demasiado. Pienso demasiado, demasiado.