Sara (Bar literario)

De las mujeres y su grito de guerra

Vivo en esta época.

Esta época en que ser puta está de moda. Ser santa es un tributo que algunas todavía rinden al machismo. Y es que algunas hembras no se cansan de ser tratadas como inferiores. Vamos todas! vociferan algunos escritos, merecemos tantos amantes como ellos, porque es la única manera que tiene el sistema de compensarnos por siglos de corséts y horas de dormir, exactamente, después de la cena.

En esta época hemos conseguido que escriban libros a nuestros deseos, huelgas de honor porque nuestros cuerpos sean tratados con respeto.Algunas huelgas consisten en declarar abiertamente nuestro líbido, existen tantos medios para hacerlo. Se señala abiertamente quién nos gusta, qué le haríamos -poses, color de calzón y forma del cunnilingus- Las huelgas de honor consisten en hablar de nuestra intimidad como hubiera sido antes hablar de ingredientes en el guiso.

Ir de cama en cama. Ir a volandas, declarar la guerra del amor y poner en la cima un revolcón enardecido. Pero si alguien habla de honor, también te tachan de mojigata. De no superar tantas barreras que ahora deberían ser solo las bragas. Porque mostrar el calzón para ventilar el ardor es otra prueba fehaciente de la igualdad de nuestras almas. Que siempre van desnudas, dispuestas a cualquier revolcón. 

 

Ser puta. Ser puta consiste en decir que somos seres sexuales. Somos putas! decimos blandiendo una mano mojada. Somos putas porque descubrimos que el sexo es un deleite, que podemos tocar las masculinas nalgas. Que nadie debe pedirnos una prueba de amor, porque valientemente ya estamos con cervezas y cigarros en su casa. Ser putas!

Ser puta. Como dice el Marqués de Sade, como nos narra en sus libros, la bonita Sasha. Ser una putita bien bonita como la dócil Anastasia.

Y cómo soñamos y queremos cumplir esos nuevos cuentos de hadas. Se acabaron los cuentos de cenicienta, ahora queremos a una dominadora llamada Juliana.

Vivo en esta época en que ser puta está de moda. En que un revolcón compensa nuestros siglos de barrer la casa. 

Y ser mujer, ser mujer tan sencillo como eso. Ser mujer, aceptar la piel, mostrar la fragilidad de nuestro pecho cuando nos aman. Ser mujer y pretender que dentro nuestro, todavía queremos el coqueteo, un ramo grande de rosas y una serenata a orillas del silencio. Aceptar que querer sexo es parte de nuestro cuerpo. Aceptar que tenemos miedo de entregarnos y que después no haya un te quiero. Reconocer que tener sexo con alguien, no implica que también nos ame. Recordar que somos procreadoras de vida y que estos pequeños seres necesitan que esos dos los amen. 

Todo eso hemos olvidado, estamos olvidando con nuestro grito enardecido de: Somos putas, merecemos sexo como ustedes, con cualquiera que allá abajo, nos mande.

Fin.