A la vida le pedí luz
 y créeme
 me encandilaron las estrellas.
 
 Mi agenda
 se repletaba de adioses
 y mi corazón
 triste y vacío de amores...
 
 Me pregunté
 ¿A quién le regaló
 la abeja su miel?
 y la respuesta la encontré
 en tus besos...
 
 Mirar tu cuerpo
 era ver las estrellas,
 ver lunas
 ver constelaciones acumuladas...
 y llegó el otoño
 deshojando flores y árboles,
 sólo faltó
 que deshojara
 mis sentimientos...
 
 Pedí a Dios una luna,
 una luna grande
 que iluminara para siempre
 mis noches tristes.
 
 No más lágrimas
 no quiero regar ausencias,
 te quiero aquí
 como bella prisionera,
 te haré un cerco
 de estrellas luminosas y eternas.
 
 En esta tarde
 de vientos suaves,
 y frente a ti
 desnudaré una a una
 mis palabras...
 
 Esta noche
 no habrá estrellas
 en el cielo,
 solo mi corazón
 acostumbrado a los dolores;
 te acercas...
 pequeña prisionera
 y me pregunto
 quién sazonó
 la fruta de tus besos.
 
 Pareces una estatua
 bella, callada…
 con tu calor
 incendias el agua
 y eres el grito de mis delirios.
 
 Me pregunté:
 si cuando llovía
 se mojaban las estrellas
 mientras hojeaba
 tu historia y la mía,
 sin rubores
 y con el alma extendida.
 
 ¿Jugué al amor?.
 No, pensé
 quien juega al amor
 se pierde
 al igual que en el mar
 los ríos...
 
 Me arrimé a un pozo
 para escuchar el eco
 de mis dolores...
 y quise ser viento
 para besar tus labios 
 sin verte,
 pareces una viajera
 llena de amores,
 y pareces una guitarra
 con cuerdas de melodías...
 
 La tarde nos mira,
 la luna nos mira,
 la noche suspira
 y fueron eternas
 nuestras alegrías.
 
 Amor. ¡Recuerda!
 en la vida
 así como el gozo nace
 así el gozo muere,
 pero fue la noche
 más sensual 
 de nuestras vidas,
 tan sensual...
 ¡Qué se ruborizó la aurora!.