Darío Ernesto

Antes de decir adiòs

 

 

 

Quiero poner al fugaz instante, cadenas

Grilletes en las emociones,

 romper el tiempo cruel

El avance de las horas,

Estos simples versos, lanzarlos  a  la eternidad.

Pensar  en rebeldía.

Que actualmente ¡Muerte  no existes en mi!

Ser  desobediente a las fuerzas contrarias

Del bien, del mal.

Ganarme el cielo, ganarme en espacio fecundo de mi tierra

No sentirme en privilegios

Morir como mueren todas las almas,

En paz, con la vista puesta en ti,

bello brote que en mis espaldas, germino divino

 cierta mañana,

Saliste tú, de mis suspiros, de la matriz  amorosa

Que concibió tu luz

¡Oh Arcángel de vida, hijo mío!

Tesoro infinito

 aun después, de la encorvada ancianidad y castigo.

Pues saber de ti, de tus ansias de volar

Que eres vida de mi vida

Sangre turbulenta de mi sangre

En ti, hijo del alma, en tus ojos, en tus labios

Encomiendo mi espíritu,

Contar a los hijos de los hijos

Leer en declamada  nostalgia

Los versos más sinceros de la vida.

Encofrar con amalgamas coralinas mis huesos

trisados, quebrados, mutilados.

Calcio que fue adolescente 

por  palabras hirientes sin consuelo.

Más prefiero el sueño profundo,

 deseo la vida, en tus manos,

En los largos dedos de un pianista enamorado

¡Oh tristes melodías, que estoy componiendo!

Perdona si fastidio con estas endechas

Al igual que el tiempo varia, en las estaciones frías y calurosas,

El sol radiante y las nubes plomizas,

Así, el hombre, cobarde dentro de mí,

Tiene sus días, días de risa, noches de llanto

Momentos de abrazar la vida

Instantes de dejar caer los brazos.

Una vez creí siendo tierno e iluso

Llevarme el mundo por la fuerza,

Nadar en contra de todas las corrientes.

Y camine por los mundos, por calles en la noche

Vi rostros  ajenos, a mi niñez

Amigos distantes  y hermanos inventados

Ame, goce, mirando el mar y horizonte

Mas cuando llegaste tu mi niño, fuiste  ese firmamento,

Que gozo sentir en el pecho

 

cercenar las noches vacías,

las horas,

las tristezas.

Mas mi padre nunca  pudo llevarme de la mano a conocer, al mar

Ni escribir un poema simple para mí

Ni abrazarme  riendo y llorando juntos.

Decir que todo pasa tan de prisa

Que la vida y la muerte son aliadas

Allí imaginé,  mar arena y la espuma que las  separa.

Entre la noche y el día existe un horizonte.

Que el aire y el agua aun son vitales hasta este día

 no existen la felicidad completa eternamente.

Entre rico y pobre  no existen en el día final diferencias

Solo se vive un momento,

 se ama, se ríe,

se sufren ausencias

Todo, hasta lo imposible,  en este vasto universo.

 

San Luis Argentina

Enero 18 de 2015