Leonardo Demian

Primera lección de manejo

Un hijo miraba sobre el hombro de su padre mientras conducía, interesado en su mirada fija en el camino. Al rato pudo preguntarle por sus pensamientos; el padre, lentamente, fue contestando lo siguiente:

-La vida es un vehículo construido por uno mismo, su capacidad y equipamiento está determinado por lo que agregamos en cada mejora.

-Alguna vez tu vida será un compacto, otra un superdeportivo, alguna vez necesitarás algo más grande y seguro. Yo quisiera un tren.

-El asiento del piloto en tu vida es tuyo, no dejes que nadie maneje tu vida, no les des esa responsabilidad, esa ventaja, esa carga.

-Cuando conduces tu vida, nunca miras hacia atrás, es peligroso; únicamente atiende el reflejo en los espejos sin desatender el camino delante.

-Es necesario un copiloto, hará ameno el camino, tal vez lo conoce mejor que tú, o aún mejor, lo descubrirá contigo, verá las señales que no veas.

-Eres responsable de quien aborda tu vida, aunque sea breve su estancia.

-También serás pasajero y copiloto en otras vidas, respeta el lugar que se te da, el vehículo en que vas y ayuda a que el viaje sea grandioso.

-Nunca manejes cansado; si al conducir tu vida lo necesitas, oríllate, descansa, estírate, respira y toma una fotografía del paisaje, luego continua.

-Es justo pensar que hay mejores pilotos y mejores vehículos, o peores, pero es de conducir tu vida de lo que debes ocuparte.

-No te preocupes por tener un destino, tan solo ponte en marcha y disfruta el camino.

Después de un silencio el hijo se reclinó en su asiento y comenzó a contar a su padre un sueño.