LIZ ABRIL

ESPEJOS ROTOS

Desierta. Despoblada. Deshabitada. Resquebrajada.
Como ese árbol ya reseco que deja caer sus ramas,
yo dejo caer mis brazos a los costados del cuerpo...
Aquel cuerpo que fue amado y luego fue abandonado,
que hoy envejece a la sombra de sentimientos extraños.
Desierta. Despoblada. Deshabitada. Agrietada.
Como esa tierra sedienta que bajo el sol del desierto
permanece día a día ansiando sentir la lluvia
o un poco de brisa fresca que calme sus quemaduras.
Desierta. Despoblada. Deshabitada. Arrugada.
Como esa carta que un día arrugaste entre tus manos
pretendiendo así destruir esa verdad que dolía.
Desierta. Despoblada. Deshabitada. Olvidada.
Perdida entre tanta gente, las cosas y las palabras.
Sin que a nadie más le importen aquellas pequeñas muertes
que a lo largo de la vida fueron tatuando la carne.
Desierta...
Las caricias de otro tiempo hoy sólo son un recuerdo
¿acaso al ver las cenizas se puede sentir el fuego?
el viento sopla en el alma y las llamas no se avivan
porque llovió tanto tiempo que ya está todo apagado.
Y al ir pasando los días, como un pobre condenado,
veo desfilar la vida y el amor pasa del largo,
ya no hay palabras bonitas que arrullen a mis oídos,
ni tampoco la sorpresa de algunos besos robados.
Ni hay más flores que se oculten en aquel libro prestado...
y poco a poco mi historia será una página en blanco.
Tal vez sabré que fui amada y que amé profundamente...
tal vez sabré que sufrí y que sufrieron por mi...
pero ha de ser un alivio olvidarme de su nombre.
Despoblada. Desierta. Deshabitada. Exiliada.
Con una tristeza eterna que se refleja en los ojos,
con el color de la ausencia en esos espejos rotos...
donde el puñal del engaño incrustó con saña su hoja
dejando así para siempre su cicatriz de derrota.
Las imágenes de ayer se suceden en la mente
y no sé si fueron ciertas o sólo parte de un sueño
que quiero seguir soñando el día que no despierte...
el día en que tu recuerdo se abrace a mi para siempre.
Y en aquel eterno sueño me dormiré a tu costado
reclinando mi cabeza sobre tu pecho cansado...
y mirándote a los ojos con las lágrimas rodando
sólo voy a preguntarte:

-¿Por qué te tardaste tanto?