Murialdo Chicaiza

EL JARDÍN SECRETO

   

Tengo un jardín secreto en el alma

al cual llego cuando no hallo las rosas

para olvidar esta carne frívola

y llego a él cuando el infinito me llama

cuando mis manos no hallan

las necesarias preguntas.

 

Y me acerco a su espacio

cuando el invierno es cruel

y traspasa mis harapos

cuando siento que mi hermano es frío

acudo al jardín para no olvidar

que el hombre es el hombre

para tratar de entender mis sombras

para recoger mis cortos años.

 

Y lo riego con paciencia

podo lo que alcance, sin olvidar

cada una de mis tristezas y flaquezas:

los arbitrios, mis urgentes mortajas.

 

Me siento a su lado

descalzando mis egos

con reverencia mineral

despojado de aliento, reposado.

 

Después de eso me levanto

y regreso al desierto

en el que me lleno de alucinaciones

de arena que rasga mi rostro

de engaños a los que reconozco

pero que ya no me hieren

y se que mi corazón no es más

que un guerrero que ha venido

recorriendo los milenios en solitario

intacto y honorable, desposeído,

casi muerto, herido pero aún vivo.