Raúl Daniel

La muerte de los pobres (Espejo 89)

 

Jon Smith llamó a la oficina de guardia,

pero nadie le atendía en la comisaría,

quería reportar a sus sirvientas muertas,

a su jardinero, chofer y a su guardaespaldas;

sonaba el teléfono, sonaba y sonaba.

 

Llamó a la oficina de su enorme fábrica,

le atendió su hermana, sólo ella se hallaba,

ni los jefes pobres, ni los pobres guardias,

y menos los más pobres obreros de planta,

ausentes sin aviso, (perdieron el premio

de ese diez por ciento como sobresueldo

que se les otorgaba si nunca faltaban,

excepto el sereno que se hallaba muerto).

 

Jon Smith abrió él mismo el garaje y sacó el auto,

(uno de sus varios), con control remoto abrió el portón

y salió a la calle… donde no había nadie,

a las pocas cuadras notó que le iba a faltar combustible,

buscó un surtidor… y allí estaba

María Ernestina Gutiérrez de Alcántara,

la dueña del mismo que, manguera en mano, hacía el servicio,

y le dio la noticia terrible, que hizo erizar su piel:

-“Parece que sólo han quedado los ricos…”

 

Sorpresivamente, sin ningún aviso

ni nada que hiciera sospechar siquiera,

(algunos opinan que fue por un virus,

otros que la falta de ozono…

o por la contaminación del monóxido de carbono).

 

El caso es que por todas partes estaban sus restos,

sus cuerpos de plomo, sus caras de cobre,

sus pelos de alambre …

por raro que sea, había sucedido,

¡se habían muerto toditos los pobres!

 

¡Un millar de pobres son los que hacen falta

para que se pueda sostener un rico!

uno que le lave… otro que le planche…

que le limpie el auto… que le haga masaje…

pero sobre todo ¡trabaje y trabaje en su horrible fábrica!,

¡un millar que se duerman por noches y noches

con un poco de hambre!

 

Jon Smith se aflige, pues no entiende nada

y acelera el auto para ir al Banco (Inglés, por supuesto),

donde está su plata… pero está cerrado,

y un cartel que dice: “Por falta de empleados”.

enciende la radio y oye un silbido agudo y raro,

¡qué suerte (se dice) que anda el teléfono!,

pero es sólo un rato… pues sin la señal

se queda de pronto su “celu” ¡tan caro!

 

La calle es un caos, para donde mire

hay autos parados, no andan los ómnibus,

no hay policías ni agentes de tránsito,

los pocos que hay, están descansando el eterno descanso,

las caras al piso… torcidos los brazos.

 

De pronto le viene la luz y girando se dirige al club,

por si es verdad lo que dijo María…

llega al “Centenario” y ante su sorpresa ve a sus amigos

hablando a los gritos, todos consternados.

¿Qué hacer?, se preguntan… ¿Qué es lo que ha pasado?,

ni siquiera hay diarios, ni tele, ni radios,

la energía eléctrica también se ha cortado…

¿Moriremos de hambre?, dice una señora,

¡¿quién me hará los pies?!, le pregunta otra.

 

Jon se desespera, se siente culpable,

recuerda que el día anterior renegaba

porque su chofer había dejado sin lavar un auto,

(uno de los varios) y le había dicho a uno de sus hijos,

que esa gentuza no aprendería, que los pobres eran

como una plaga… que sería mejor si se morirían…

que están en todos lados, con su incompetencia,

que son unos vagos, que quieren la plata,

pero no el trabajo, etcétera, etcétera…

 

¿Será que algún genio me cumplió el deseo?...

no recuerdo haber frotado ninguna botella…

ni ninguna lámpara…

Se equivoca usted, escuchó que decían mil voces de ángeles,

lo que un rico pide ¡siempre se complace!,

han muerto los pobres como usted pidió…

¡Pero esto es un error!, ¿Quién hará las cosas?

Señor, es el mundo que usted construyó…

mejor se despierta para que esto pase.

 

Pero… ¿es un sueño? o… ¡una pesadilla!,

haré un esfuerzo y me despertaré…

¡Rossana!... ¡María!... ¡Señor!... ¿Se le ofrece?

¡La hora!... Las siete. ¡Tráiganme un café!,

¿En el dormitorio?... ¡Sí!... ah… y… por favor

abran las cortinas...

¡Qué sueño terrible que tuve María!,

¿Qué pasó Señor?, ¡Te soñé cadáver!,

¡Dios no lo permita!...

Tal vez por alguna cosa que comió…

¿Sabes qué?, María, ¡fue desesperante!

Aunque algo bueno tenía ese sueño:

¡no había niños pidiendo en las calles!