David Arthur

Oliver

 

Las campanas negaron a repicar la hora,

cansadas y óxidadas en el capanario,

caidas en desuso,

marcadas por los años de trabajo duro

sin compensación

 

Abrió Oliver sus ojos

en el medio eclipse del alba,

filtrando por la ventana desnuda,

estanpada por la escarcha nocturna

 

En las tinieblas del rincón de guardia,

el contorno de un ángel pertrificado

cuyas alas nunca aprendieron a volar,

la razón por su sonrisa irónica

 

Descalzo y vestida en harapos,

tiritando siguió el joven su propia sombra

resucitada por una vela casí gastada,

el único flimmer de calor

 

Almas patéticas a la hora de desayuno,

lamando secos sus boles y cucharitas,

lobos hambrientos devorando su presa

en humilde silencio

 

Provocando la rabieta del arisco Fagin,

el niño pobre pidió un poco más del caldo

para satisfacer su agudo hambre

hasta la llegada del crepúsculo,

cuando agotado,

se acuesta de nuevo a soñar