Donaciano Bueno

Abuelo Carlos

Hola, abuelo, ¿qué tal estás? ¿cómo te fue en la jornada?

Me he figurado que ahí vas volando entre blancas nubes,

de las que bajas y subes bailando como si nada,

silvando por el camino con tu aspecto sibilino,

desde Zazuar a Quemada.

 

Un pajarillo divino me ha contado esta mañana

que te ha visto junto a un pino, que ensimismado tu estabas.

Me comentó ese vecino de tu presencia pagana,

que avanzabas lentamente la cara mirando al frente

y que al cielo azul mirabas.

 

Era un día sin final, -tarde era atornasolada-

saludabas al pasar a los que a tu paso encontrabas

¿adios amigo, cómo vas? ¿qué tal llevas la jornada?

¡que dios guarde en tu penar! ¡mis recuerdos a Juan y a Blas

y así al resto de las ánimas!

 

Los que bien te conocieron y que mucho te admiraron

dicen que eras descreído, simpático, socarrón,

trabajador, campechano, picapedrero, artesano,

de los vecinos querido, pues aunque eras bonachón

no eras un hombre de rezos mas que en cambio tu eras de esos

que les brota el corazón.

 

Aquí hoy no te molesto mas, por hoy yo ya me despido,

sólo un favor yo te pido con toda mi admiración.

Anótame la dirección de la nube en la que habitas

y cuando me llegue la parca y yo pase a mejor vida

prometo ir a visitarte ¡me muero por abrazarte!

Pues que aunque no te conocí me acuerdo mucho de ti.

Tu imagen me trae la calma. Eres mi amigo del alma,

¡no te olvides de mi cita!