Sentado al borde del abismo dedicando le cada uno de mis sentidos contemplando su calido brillo, hablando le en raros dialectos sin morales , sin reglas con afanes delirantes de estar a su lado.
Mis ojos poco a poco se fueron tornando de su mismo color, como uniendose eternamente a ella, liberando a la bestia que encerraba en mi cabeza.
Me transformo en cada minuto que pasa en la furia que me ataca para salir de mi piel en busca de alguna presa, sediento de su ser.
Entre desgarros y aullidos cegado por su presencia me vuelvo inmortal, y aunque fuera por un instante el placer de estar vivo, vale mas que un corazón herido.
Con mi aliento dejo huellas en la fria noche que ve brillar en mis ojos el reflejo de sus ojos...
Leandro Conte silencio es salud en soledad