Andrea Valentina

De niña y mujer

Como un díscolo soplando la nada, el andamiaje de brazos ausentes, la escalera a un mar volcado, miraba.
Cada tanto la niña corría como sin destino al mismo sitio. Un fondo de hogar, el oxígeno en ese recorte de naturaleza y verde. Una vez más parecía necesario descargar los nervios a tierra , la cabeza ese cúmulo de relámpagos y cabellos. Libraba sus pies al verde, cavaba pozos y siendo más que un juego, necesidad; intentaba anclar sus extremidades sin raíces, inclusive abrazos muertos, los propios y manosbrazos en tierra, como si fuera de agua y nutrientes por árbol, la paz.
Se nace, se muere y se está solo cuando en ocasiones las rodillas y los nervios se quiebran, pocos o nadie se presta al susto si ronda el humo de la muerte, cuando el jadeo no es de placer y los silencios aturden. Los ajenos no comprenden, los propios niegan, te llaman instalado, tristeza... o mejor respira profundo hasta que pase, la mano pareciera peligrosa y capaz de contagiar el desconcierto y nada dicen -aparte- las estadísticas de perecer en un baño, mientras uno sabe que no llega al entero en si mismo. Creo que si fuera posible también yo escarparía de mí para regresar después a ese pueblo en que me transformo, desbastado de mi, ausente de mí, en crisis de mí, y volver cuando el cuerpo esta de vuelta.
Estoy segura que la niña aún guarda alguna buena estrella y una fila de almohadas y peluches. Entereza, poca. Pero puede regresar al mundo de los \"normalvivientes, de los sufrientespoco y enmarcados. A veces\". Puedo volver por más procurando algo mejor.