Raúl Daniel

La llegada de los ángeles

 

Les fueron a esperar a Buenos Aires,

no llega hasta la estancia el hidroavión;

también es bien sabido que los ángeles

no usan ni valijas ni reloj...

 

Se tienen que apurar, siempre demora

el silbato en detener a la pelota,

pero de una manera o de otra

se hará igual la hora...

 

Ya tienen contraseña al acertijo

y los dos mil quinientos de la coima,

(el tío lleva mal puesta la gorra

y con su mano aprieta fuerte la de su hijo.

 

No hay tiempo que perder para encontrarlos

y esperan que sus ojos sean azules,

pues de los de marrones ya están hartos

(pues comen con más ganas que leones).

 

Las hijas se lavaron y peinaron,

y tienen los detalles del vestuario,

los guardias les permiten que se bajen

igual a media cuadra.

 

Aún no cae la noche (se sostiene),

no llega el nuevo día (se ha dormido),

y en la pequeña lancha ya se vienen

cantando y saludando a los gritos.

 

Les traen el diploma: “Honor y Honra”,

mandaron un informe bien preciso,

la letra era clara, también el punto y coma

y tiene el pentagrama las diez notas.

 

-“Que raros que son éstos (en voz baja)

fue todo el comentario de la tía,

no vienen con aureolas ni con alas

como me suponía...”

 

Después de los abrazos y la entrega de las chipas,

volvieron otra vez a darse prisa,

había que llegar hasta la loma,

llevando la pesada carretilla.

 

-“¡Son Cuatro!”, se decían, emocionados;

doblaron en la esquina con trabajo

y, en medio de la prisa y la alegría,

se fueron cuesta abajo.

 

Terminada la cena y los discursos,

en el casco de la estancia de las vacas,

se lavaron los dientes y acostaron

¡pues mañana es otro día!