Eres lo más importante y lo más trascendente.
Eres el café por las mañanas, la limonada del medio día, el chocolate tibio en la tarde y el té ardiente de por la noche.
Eres la persona que todas las tardes después del almuerzo me acompaña a la facultad, la que se sienta a mi lado en el metro, la que sube de dos en dos las escaleras conmigo, la que está junto a mí en clase, la que merienda en la cafetería como yo, y la que se queda dormida con su cabecita en mi hombro durante el camino de regreso a casa.
Eres quien me ayuda a preparar la cena y quien pone el agua del té a hervir. Eres quien después de un rato quita la tetera del fuego, a quien convencí de que la miel natural es mejor que el azúcar y quien se bebe su té con pastas y no sin nada, como yo.
Eres quien duerme a mi derecha y quien me susurra amor a media noche, quien descansa desnuda en mi pecho y la protagonista de mis mejores sueños. Eres quien me cobija cuando pateo las mantas, a quien abrazo después de amar y quien me despierta con un beso en la mejilla y un venga dormilón, arriba.
Eres la suma completa de lo que hago, en quien pienso, por quien río, a quien escribo, con quien vivo, y a quien amo más que nada en este mundo, más incluso que a mí mismo, y aunque esto último sea un error, estoy tranquilo, porque aún siendo un error, no es solo eso, también es recíproco.