Raúl Daniel

Era la hora de romper...

 

Era la hora de romper las cosas,

de la locura, de la vesania,

había pasado el tiempo del amor y rosas

y de la poesía...

 

Y no pensamos en el terrible daño

que hacíamos (sobre todo a nuestros hijos)

ni nos importaron los bienes ni los años

(veintitrés) que juntos vivimos...

 

Era la hora de la mala palabra,

de desatar la furia contenida,

de procurar que en el otro se abran

las más profundas, posibles heridas.

 

A tal grado nos ganó el desprecio,

el desencanto y el aburrimiento,

que estuvimos de acuerdo en destruirnos,

sin atender al elevado precio

que al final todos pagaríamos...

 

Era la hora cruel del egoísmo

y ante la sentencia de divorcio no lloramos

sino por el contrario, nos gozamos

cada uno en su cinismo...