A. Cuenca

Alma herida

A mi lado siento el calor de tu cuerpo,

pero el frío de tu alma va matando mi corazón.

Aún estando cerca, no siento tu presencia,

estás muy lejos de ser quien eras

y lentamente te vas sucumbiendo en esta bola de nieve que no para de rodar.

 

Eras madre y esposa presente, hoy te has ido a buscar tu sueño personal,

dejando atrás el sueño dorado; tu hogar, nuestro hogar.

 

Tus sueños son mis pesadillas, y tu pesadilla es mi sueño de amor a tu lado;

unidos por un bien común, camino que ambos, con tus manos y mis manos sobre tu vientre

al escuchar latir el amor verdadero, quisimos en ese entonces tomar.

Hoy persigues tus sueños, viciosos de la vida, efímeros como la misma;

carente de sentimientos permanentes, obedientes de la mente

y un cuerpo sin alma o sin las ganas de salvarla;

sientes un amor que envejece, que se va como el tiempo que se pierde

cuando se piensa en el error o en el acierto.

 

Hoy ya no pensamos igual, yo muero por ti y nuestro hogar,

y tú matas por tu libertad.

Yo sigo pensando en nosotros;

tu modernismo todo lo quiere desmantelar sin dar marcha atrás.

 

Y aquí solo y sin palabras me voy quedando; aniquilado por no poder reparar este daño,

avergonzado de mi parte de la culpa;

y aunque nunca te haya engañado, y con mi corazón y alma siempre te haya amado;

hoy te has apartado, y sin piedad ni contemplar lo que los años nos han enseñado,

te quieres marchar sin mirar las lágrimas derramadas detrás.

 

He bajado mis brazos, nada necesito para mi resto de vida en soledad;

todas mis pertenencias son fotos en el alma, recuerdos hermosos de nuestra vida contigo.

…los logros palpables que tengo, a ningún lado me los llevo,

y sin mi compañera de vida caminando a mi lado, la vida se torna cruel y carente de nuevas alegrías;

fotos perdidas que no podré ver a la hora del juicio final.

 

Es tarde a la noche, suspiro tras suspiro;

la vejez me ha alcanzado temprano;

duele la carne, sangran mis entrañas;

...y mas duele el alma; es una herida que nada mas que tu amor podrá calmar.

A.Cuenca.