Beatriz Blanca

LÀGRIMAS

Sin que me diera cuenta

abrì mis puertas para que entraras

y apoyè mi corazòn solitario

en tu hombro càlido.

 

Me dejè llevar confiada

creyendo que me amabas,

que espantrìas los fantasmas

de mi ùltimo asombro.

 

Aprendì a caminar con tu ritmo

y en mi inocencia incauta

tambièn aprendì a llorar

sin derramar làgrimas.

 

Pero..., con el tiempo, me di cuenta,

pues me sucedieron cosas

que cubrieron con una pàtina gris

mi vida y toda mi sabia.

 

Fui opacàndome, agobiàndome,

soñè que me albergabas en un rincòn

de tu corazòn, de tu alma.

¡Sì, yo pensaba que me amabas!

 

Creì que era la energìa

que fertilizaba el oasis de tu huerto.

El arroyo donde calmabas tu sed.

Pero..., solo preparè mi agonìa.

 

Ya no deseo seguir luchando

para mantenerme viva,

tan solo por temer a la soledad,

cuando siempre estuve sola.

 

No quiero descubrir que me dormì,

para despertar afiebrada como niña

que sufre pesadillas, lejos de tus brazos.

Sin un poquito de esperanzas.

 

Esas que guardo como antìdoto,

para los momentos crìticos.

O cuando la soledad me aplasta;

cuando me desabrocho las manìas.

 

Pero tambièn para cuando

me olvido de las culpas

y quedo desnuda de tiempos,

de las ilusiones perdidas.

 

Allì, donde veo mi rostro verdadero

y grito que ya no tengo fuerzas

porque otros tienen de ti

todo lo que a mì me falta.

 

Sabiendo que no soy tu sabia

ni el nèctar que te agrada,

pues tu nombre ya no es

la ùnica plegaria para Dios.

 

Ahora sè que no soy tu verdad,

pero soy la que està sufriendo

la que aúlla sin esperanzas

acusándote en sombras y sin campana.

 

Deseando un menudo soplo

que me permita ocupar

ese pequeño espacio

donde quedarme quieta.