Raúl Daniel

Una Fantástica Historia Común (VIII) El robo

 

Entraron muy despacito

tratando de no hacer ruido,

los demás no se movían

ni siquiera lo más mínimo.

 

Eran sombras en la noche

otras más entre las tantas,

que avanzaban sigilosas

a donde estaba la caja.

 

Todo iba bien, aún la puerta

se abrió muy rápidamente,

la vaciaron en las bolsas

enseguida y limpiamente.

 

¡Lástima que el gordo Iván

se chocó ese velador!

que hizo sonar la alarma

y despertó al cuidador.

 

Había una sola salida

de esa bendita fábrica,

y en el cruce de caminos

les pusieron la emboscada.

 

Eran muchos policías...

¡si hubieran venido en las motos!

no habría habido que entregarse...

los autos son engorrosos

para atravesar el campo

por más buenos que los robes...

por más nuevos y lustrosos...

 

Raquel estaba asustada

como todas las demás,

tan lejos queda Asunción...

¡y otra vez embarazada!

 

Después de oír la sentencia

que dieron a su marido,

ya no tuvo más remedio

que pensar sólo en sus hijos.

 

El viaje no fue tan malo,

hay gente buena doquier,

es asunto de querer

y hacerlo paso por paso...

 

(Algunos son muy gentiles,

sobre todo los varones...

¡hasta te hacen el amor

y te quitan las tensiones!)

 

Mes tras mes se fue acercando

hasta que llegó a Bolivia,

allí consiguió un dinero

y telefoneó a su familia.

 

-“Hablé con la Raquelita,

Juan, va a venir para acá...

es una feliz noticia...!”

-“¡Sí, lo debemos festejar...!”

 

A la noche se abrazaban

María y Don Juan muy fuerte

y decían “Raquelita...”,

“Raquelita...” solamente.