María

ARROGANCIA

La fiesta estaba por finalizar. Un grupo de jovencitas aún bailaba animadamente. Él se acercó, decoroso, y  le preguntó si podía invitarla con un trago. Lo miró detenidamente. Le pareció muy atractivo. Espontánea, preguntó: “¿Qué privilegio me elige entre tantas otras?”. Sabiéndose  interesante y con una cuota sustancial  de soberbia confesó: “Sos la única chica que no me ha mirado en toda la noche”.  Instantáneamente regresó con sus amigas. Ellas prometían frescura sin pose alguna.