Usted se merece el mundo, se merece mis sueños desde aquellos en los que respiro su aroma hasta los prohibidos que muchos quieren truncar.
Usted merece mis horas, incluso esas donde el aire se vuelve escaso y siento espasmos de dolor que luego se convierten en besos suicidas que mueren en su piel, impregnándose, jugando.
¡Qué gran hazaña la suya,el quererme!
Porque no me ha querido ni la parca que me devuelve luego de un toqueteo pasajero en noches de esclavitud, si hasta mis pensamientos me dejan porque están cansados que los acribille con esos ojos de cielo que usted tiene, sus ojos color Dios.
Agradezco su sonrisa, la manera en la que baila gozosa cuando la comisura de sus labios se entreabre para dar de su veneno a los mios; su dulce veneno de amor.
¿Qué no podría gustarme de usted? Si hasta su manera sobreprotectora de cuidarme se me hace un regalo del universo, sus brazos rodeando mi cuerpo es el caparazón que tanto necesité para levantarme del fango molesto que cubría ya mis rodillas.
¿Para usted?
Para usted mis días, que aunque desconozco el número exacto que me quedan, me complace empezarlo uno a uno llevándola en mi mente cual remembranza sagrada que desnuda esos horizontes desérticos que dejó la soledad.
A usted lo que desee, porque si bien su decisión fue quererme la mía ha sido ser arte para su vida, porque si la quiero como quise antes sería una blasfemia, mejor la quiero así, a versos sin rimas;
¡Quererla de verdad!