josemiguel

Anécdota de Tarzán

Cuando niño me gustaba de leer las comidillas,

y semanal me compraba de cuatro a cinco revistas;

la que nunca me faltó era la de Tarzán,

que se pasaba en la selva con Juana y su mona Chita.

 

El hombre mono no hablaba muy bien lo que el decía,

y entre señas expresaba más bien su comunicación;

así de árbol en árbol iba dando un grito atronador,

agarrándose en bejucos que eran su transportación.

 

Juana se daba unos baños completamente desnuda,

a las riberas de un río que pasaba en las alturas;

y Chita que curioseaba hacía sus travesuras,

viendo de Juana en el agua aquella esbelta figura.

 

Tarzán desde un árbol vio, cuando Juana se bañaba,

y sus ojos no quitaba de lo que de ella admiraba;

y algo lo sorprendió cuando se toco su cara,

y notó que era pelo lo que en ella le brotaba.

 

Fue tanto su desespero que lo llegó a impacientar,

y ahí comenzó a gritar y formó un reverbero,

que no sé si le decía o fue que le preguntaba cuando se notó aquel pelo,

¡Juana, Juana, que “echó Chita, ah!

 

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José Miguel (chemiguel) Pérez Amézquita