María

Hechos

Su corazón latía al ritmo de la tempestad de su mente. Fluía un líquido brillante de esos ojos tan bellos como alterados. Toda ella flameaba a la par de su estaticidad. Encendida, briosa pero impotente. Una mujer altiva y doblegada. Gozosa y triste. Entre el acero y el muro hechos que ya no eran rumores.