Malvina Villegas

Principio de utopía.

 

 

Despierto con la idea de voltear y ver que eres mi abrigo,

diviso las sábanas y las sacudo para ver si así un destello de tu sonrisa aparece por arte de magia.

El sol se asomó temprano por mi ventana 

y quiso plagiar la mirada deslumbrante que regalan a diario tus ojos,

ese par de esferas que reflejan mi mundo perfecto.

De repente la brisa me encontró queriendo tus caricias,

reclamando tu piel suave rozando mis labios,

imaginando cómo sería sentir constante tus manos,

e inevitablemente me dió ese placer.

 

La tarde intranquila ansiosa de tí, te espera sin prisas entre ilusiones, sueños y esperanzas.

Tentada la realidad se hace partícipe en ella y asegurando tu presencia apareces en escena.

 

El ocaso celoso cree imitar en su cielo los colores de tu alma,

sueña iluso alcanzar los destellos que dejas al pasar,

y en cuanto ve las luces que provienen de mí por ti, cae rendido ante tanta imposibilidad.

 

Llega la noche y con ella el anhelo de besar dulcemente tu mejilla,

la pasión con la que te amaría se reduce a un simple deseo de que tengas buenos sueños,

mi espalda desnuda no se vence ante la espera de tu abrazo

y ni mis párpados se cierran antes de verte frente a mis ojos en una visión donde escucho tu voz

repitiéndome una y otra vez, y sin cansancio, \"Te quiero, princesa\".

 

El inconsciente me aguarda, amor,

para enseñarme mis miedos a la vez que vivo lo que en tus ojos despierta sueño,

Desde que existes para mí, amor, no hago otra cosa que desearte entero,

eterno.