aprendiz de poeta

LAS MANOS DE UN ÁNGEL LLAMADO MARTÍN.

(Si te das un tiempo, lo leerás)

LAS MANOS DE UN ÁNGEL LLAMADO MARTÍN

 

 

Martín era un niño de 12 años de ojos tristes y mirada soñadora, siempre retraído más ensimismado se podría decir, no compartía muchos con los demás niños de su edad porque a los chicos no les gustaba jugar con él ni compartir muchos momentos por eso de estar casi siempre retraído... Su madre una mujer que ya pasaba los cuarenta hacía cinco años que había quedado viuda, aparte de Martín tenía a tres hijos más, dos hombres y una niña, hermanastros por cierto ya que él
era fruto de un amor que le abandonó cuando él solo tenía 1 año de vida.
Cada día su madre le regañaba por uno u otro motivo, pero siempre encontraba una excusa para estar gritoneando al pequeño a cada rato sin darle tregua a respirar. Sus hermanos como notaban todo eso se aprovechaban también, y de cada cosa que ellos hacían mal, culpaban a Martín, sabiendo que su madre les creería y castigaría en lugar de ellos, al chico que siempre se esforzaba por agradar a su madre sin resultado alguno.
¡¡LÁVATE LAS MANOS MOCOSO!! gritaba la madre cada vez que el chico se sentaba a la mesa. Claro Martín con sus manos marcadas con tierra aunque se las lavara nunca le quedaban bien, y \"SAS\" que su madre tenia excusa para regañarle.
Martín, después de la escuela trabajaba en la feria del pueblo lavando papas y verduras que llegaban del campo, este trabajo lo había conseguido por intermedio de una profesora que en ocasiones le pagaba al chico para que le fuera a limpiar sí jardín, claro que ella pensaba que el pequeño tenia la autorización de la madre para hacer ese tipo de labores. La madre nunca se preocupo de que el chico llegara tarde a casa y menos de que él ni comiera, solo se encargaba de ver que sus demás hijos estuviera bien cuidado y alimentados, total decía, \"Martín comerá en el colegio\" Nunca puso cuidado de que jamás le faltó el pan a ella ni a sus hermanos, y que siempre en su delantal habían monedas y aveces billetes; Pero como acostumbraba a que una de sus vecinas, en ocasiones le dejaba unas monedas en su delantal después de que ella enviudó, cuando se despedían después de platicar sus penas por las tardes, cuando se reunían en el jardín: Jamás pensó ni se le cruzo por la mente, de que era su hijo quien siempre le dejaba allí lo que recaudaba después del trabajo.
Un día el chico amaneció sintiéndose muy mal. Ya venía sintiéndose así desde la noche anterior porque en la feria le hicieron lavar más verduras que nunca y papas que siempre le pidieron quedaran muy limpias para que así la gente las comprara... Se mojó demasiado, y su ropa casi estilando, la tubo durante toda la tarde, y ya llegada la noche cuando regresaba a su hogar, casi estaba bien deshumedecida con el calor de su propio cuerpo. En casa, nada, ni siquiera agua caliente para él. Se acostó ya con un poco de fiebre, esta vez, como se sentía tan mal no alcanzo al dormitorio de su madre y con un billete y unas monedas en sus manos, se recostó sobre la cama que compartía con uno de sus hermanos, y ardiendo en fiebre se durmió sin molestar a nadie.
Al día siguiente su madre lo despertó de un grito, ¡MOCOSO LADRÓN! ¡PENSASTE QUE NO ME DARÍA CUENTA DE QUE ME ROBASTE MI DINERO! ¡LEVÁNTATE Y ANDA AL COLEGIO, QUE NO QUIERO VERTE LA CARA, Y LÁVATE LAS MANOS, MOCOSO SUCIO!
Así fue la reacción de la mujer, cuando vio al chico con sus manos sucias, y el dinero apretado entre sus dedos. Sin darse cuenta como madre de que el pequeño estaba muy enfermo ya a esas alturas, lo obligó a ir al colegio, casi sin fuerzas y con la misma ropa del día anterior.
Salio con dirección a la escuela, caminó unas cuadras y estando cerca de la feria que estaba de camino a la escuela se desvaneció. Una mujer que le conocía, y la que le daba trabajo en ocasiones, lo vio caer y avisó a un hombre que estaba cerca; De inmediato llamaron a la ambulancia la que no se demoró mucho en llegar y se lo llevaron prontamente al hospital.
En escuela que también estaba cerca, ya que el pueblo no era muy grande, la profesora de Martín se enteró por boca de la misma mujer que lo auxilió, que el pequeño había sido llevado al hospital: Así fue como la profesora dio inmediato aviso a la madre del niño lo que sucedía. La mujer fría como siempre ni siquiera se inmutó por la noticia, nada le había sucedido a uno de los hijos que ella amaba, si no que al sucio de Martín, ¡CABRO DE MIECHICA! dijo la mujer, como siempre se queda jugando o bagando por ahí, quien sabe lo que comió durante la tarde. Casi forzada fue al hospital, el medico que atendía al niño, se acercó y le informó sobre la salud de Martín. Señora, dijo el medico, ¿Acaso no se percató de la salud de su hijo y de lo mal que estaba, que igual lo dejó salir a la calle? si tan solo lo hubiera traído a tiempo... Ahí fue, donde ella interrumpió al médico, ¿De que tiempo me esta usted hablando doctor? el medico le contesta casi de inmediato, porque percibía la soberbia de la mujer... Su hijo está muy mal, quizás no pase la noche con vida: Sus pulmones no resistieron más y la bronconeumonía fulminante que le dio, hizo demasiados estragos en él, solo le quedan horas de vida...La mujer se tomó la cabeza, por primera vez aparecía un sentimiento de cercanía o de cariño de madre hacia el pequeño...Recordó, las innumerables veces que no permitió que se sentara a la mesa porque no tenía sus manos bien limpias, las cantidades de veces que el pequeño quiso tomar de su mano, acariciar su rostro pero ella no se lo permitió, recordó, como tan solo en la mañana le gritoneo, y lo obligó a levantarse para que fuera a estudiar. Solo cuando él nació beso su rostro tomo sus manitas y lo tubo cobijado en su pecho, pero ya cuando cumplía recién un año de vida, justo en su cumpleaños, el padre del pequeño la abandonó, se llamaba también Martín, y ese era el motivo por el cual dejó de acariciar a su hijo, brindarle atención, y dejarlo a cargo de la abuela, porque el niño le recordaba a aquel hombre que ahora ella tanto odiaba, pero después de unos años la abuela falleció y ella tubo que hacerse cargo nuevamente de él. A esa altura el pequeño tenia tres años, y ella tenia una pareja , un hombre que se caso con ella después de un año de lo sucedido, ya tenían un hijo en común de tan solo un año, y esperaban otro, ellos fueron sus ojos y sus amores a quienes siempre prestó la atención que necesitaban, no así Martín que creció con la infinita falta de cariño y amor de quien era su madre.
La mujer corrió a la sala donde estaba su hijo, le tomo las manos, las que no quiso tomar antes, estaban muy marcadas con tierra, pero aún así como pidiéndole perdón se las acercó al rostro. En ese instante el niño abrió sus ojitos, quiso retirar sus manitas pero la mujer las retuvo, el niño con vos muy baja y casi in audible le dijo, MAMITA, MIS MANOS NO ESTÁN LIMPIAS COMO A TI TE GUSTA, la mujer entre lágrimas y sollozos le dijo: No importa mi niño déjame sentirlas cerca, no importa como estén, luego mami te las lavará.
El niño derramó en ese instante lágrimas de alegría, podía acariciar el rostro de su tan amada madre, y suavemente le dijo, \"MAMITA ERES LA MUJER MAS LINDA, SIEMPRE TE VI COMO UNA PRINCESA, A LA QUE YO NO PODÍA TOCAR EL ROSTRO, PORQUE ES UN ROSTRO MUY BLANCO Y LIMPIO, Y YO, CON MIS MANOS SOLO LO IBA A ENSUCIAR, PERDÓNAME POR NO OBEDECERTE, POR LLEGAR SIEMPRE TARDE A CASA, POR NO SER EL HIJO QUE DESEABAS, POR TENER UNAS MANOS TAN SUCIAS.
Casi en ese mismo instante los ojitos del pequeño Martín se fueron cerrando. Una paz muy grande se dibujó en su rostro, y apareció una sonrisa hermosa que antes no existió. La mujer casi a gritos le pedía que no se durmiera, que mamá haría todo lo que él quisiera, que lo dejaría abrazarla, besarla, y sentarse a la mesa hasta con sus manos sucias. Cuando el reloj de la sala del hospital marcaba las 17:12 los médicos certificaban el fallecimiento de Martín Alfonzo, (nombre completo del niño)
La mujer lavó las manitas del pequeño, pero esta vez con sus lagrimas, y como recuerdo, el pequeño le dejó un rostro con huella de tierra, que hablaban por si solas, de un pequeño que no miró que la mujer le negara el cariño de madre y muchas veces hasta la comida, solo vio la necesidad material que esta mujer comenzó a tener después del fallecimiento de su marido y decidió ayudarla siempre, aún que solo contaba con 10 años de edad, comenzó a trabajar para ayudar anónima mente a su adorada progenitora.
Hoy la mujer recorre varias veces a solas, la habitación que su hijo compartía con sus hermanos, después que los demás pequeños salen al colegio. Llora, sumida en la tristeza y en el remordimiento, por haber tratado tan mal y por ser tan injusta con el pequeño Martín. Ella supo después, por boca de gente de la feria y porque la profesora del pequeño le comentó, que el niño siempre después de la escuela, se iba a trabajar a la feria, también los días feriados, que lavando papas y verduras, ganaba un poco de dinero para ayudar en la casa. La vecina que ella creía que era la que le regalaba dinero, hacía mucho que ya no lo hacía, porque su marido ya no ganaba muy bien, y tenían que ser más austeros y saber hacer rendir el dinero... Comprendió que era su pequeño Martín quien siempre la ayudaba, que el dinero que esa mañana ella le arrebató con furia de sus mano, solo era el que él le iba a dejar como siempre sin decir nada, en su delantal.

 

 

Mónica.
Muñoz Rodriguez Ruth.
Derechos de autor.
Chile 04/04/2014