Oscar Perez

Un padrenuestro al amar

Un padrenuestro al amar

 

Padre nuestro,

que estés en el cielo cuando el fuego llegue,

que estés en la tierra cuando el aire falte

y en el agua silvestre cuando a solas llore

el hombre muerto ya de sed y de hambre,

que estés en los vivos que comen tus restos,

que estés en tus hijos que no ven ni saben,

tan ciegos, tan pobres, tan llenos de dudas,

tan fértiles, tan tímidos, pero tan procaces,

tan listos para alzar la cruz de nuevo,

esa que falta en ellos al final de cada tarde,

y nunca perdonar a los bandidos

ni mover del sepulcro la piedra que lo enmarque

y vivir del olvido y de los besos

que cumplen con traiciones que no les pide nadie.

Padre nuestro, perdido en los abismos

de babas y sepulcros estelares,

en crisis del que rige los destinos

y del que llora al fondo de las naves,

del hombre que no sabe por qué vive,

que no quiere saber ni lo que sabe,

del mundo en que las cosas están muertas

pues ya hasta en el amor huele a cadáver,

a citas clandestinas de dos cuerpos,

a muertes cotidianas de engañarse,

padre, padre ya vendido el libros,

en falsas oraciones, en altares,

mendigo en el más gris de los suburbios,

interno en los más viejos hospitales,

allí donde la muerte llena fichas

y el enfermo tiene cura, pero sale

a que lo velen y amortajen más difuntos,

a que lloren por él todos los padres

y a que repartan su botín los deudos

y a que digan por él que ha sido un ángel,

violento o carnicero del tirano,

beodo golpeador de hijos y madre,

padre, padrenuestro, yo te pido

lo que no se encontrar, lo que más vale:

un verbo que nos libre del castigo,

un hilo en que juntar de nuevo alma con carne,

las manos de los hombres, los sentidos

que nos hagan volver a ser dignos de amarte,

de amarnos por igual, como está escrito,

y en ello redimirnos del desastre,

honrar la rosa que perfuma cada día,

ser justos al partir el pan entre las calles

y atarnos del respeto a las medidas

que a nuestro corazón y al mundo salven.

Parezco un soñador, lo soy, lo he sido,

pero quiero soñar no ser culpable,

soñar que siempre existe un nuevo intento,

soñar que somos libres y que caben

en esta tierra todos los vecinos,

en equilibrio todos los mortales,

que es nuestro el saludar hasta a las piedras

y bendecir los ciclos naturales.

Que vuelva la pureza a los océanos,

que vuelva nuestra atmósfera a limpiarse

y el albedrío cumpla su destino

de volvernos felices y feraces,

plenos del amor que siempre merecimos,

puros de la paz que en nuestros días cabe.

Padre, padrenuestro, al fin somos sólo hijos,

el resto es tu bondad de hacernos grandes,

estés en donde estés, fin del martirio,

santificado seas y en tu nombre,

en tu nombre tu voluntad se haga un día más en que nos ames.

 

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07 11 14