Xavier Silva

Viaje al fin del mundo en un unicornio barbado

Me enamoré de vos buscando

el fin del mundo

y me estrellé, espejo de gotas maderadas

suspendidas en el arcoíris sobre tu frente

que se clava en  los perpetuos desiertos del viento

cuando fuiste los versos azules que buscaba el León viejo.

Cobíjame en las hojas de tus momentos

y haceme llorar palabras perfumadas

como nieblas que se forman con las manos

que aparecen de repente de las sobras de un árbol

para naufragar en los labios

de las mariposas todas juntas

volando en las calles de estrellas caídas.

como solia ser la luna antes

de que saltaras para besarme la frente

empapada de lineas infinitas

en formas de Kanjis que simulan besos

ajenos a los tuyos y se rompen como nubes

después que una ráfaja de  estornudos

coquetos cortaran la noche blanca

en que despierto a escribir

te quiero  en un cristal más rayado que

el tigre aciano que salió de tus pechos

y se adentró en el vientre  que mi naríz

impacta en busca de olor a mares de colores que

el humo marcó en las horas del reloj de

tu tobillo enredado a estos laberintos enclavijados

al molino de mis palmas que caen como

palabras a las olas de claveles

que crecieron de la hojas sucias de mis cartas

pedregozas que contienen el plato del malecón

de arena que los pájaras perdieron jugando a las

cartas que marqué con los labios y que guardo

en tus manos que se abren entonando un requiem por

todas las flores que calleron de tu pelo

y que marcaron la linea del horizonte de esto,

compartiendo lugar en el foco de mi encuadre

con tu baribilla que llevo entre cejas

cuando tus ojos como la madrugada...

(le hacen un préstamo a mis manos

sacando de tu carpeta las noches que me faltan)