Raúl Daniel

Lo que aprendí contigo...

 

¡Cuán necesario que era que tú ingresaras en mi vida!,

pues sin ti aún no sabría, qué es verdad y qué es mentira;

tú me enseñaste las cosas que ni siquiera sabías,

y lo hiciste en los hechos, en nuestro andar, día por día...

por acciones u omisiones: ¡la locura en que vivías!

 

Yo nunca me había enterado, (siempre fui el titular),

que existen muchas mujeres que hacen una vida igual,

como después de algún tiempo te vi a ti evolucionar:

Con uno que es evidente, que a todos puedes mostrar,

éste para que te alimente y tus caprichos comprar...

 

El otro más escondido, tal vez un poco más joven,

para sentir la lujuria, y en hoteles disfrutar,

que te contagie su risa y su irresponsabilidad,

con quién ir de aventuras, escapadas a pasear,

mientras el otro trabaja como burro, sin parar...

 

Contigo yo he sido el segundo, (no como acostumbraba),

a mí me diste ese lugar... y ¡lo tuve que aceptar!,

aunque ni me imaginaba ¡lo mucho que iba a aprender!

pues tu cuerpo me entregabas y decías tus secretos,

como ¡jamás nunca en mi vida otra mujer lo había hecho!

 

También supe que el segundo era, ¡pero había un tercero!

éste cambió tantos nombres, que ¡no a todos los recuerdo!,

a veces alguno volvía a acompañarnos un trecho,

cuando desnuda, en mi cama, él te hablaba por teléfono...

(mientras tanto yo fumaba, y/o agregaba al whisky, hielo...)

 

Cuando recién comenzamos, tú eras bastante inexperta,

pero con tu puerta abierta me llamabas a jugar,

poco tuve que luchar, porque tú estabas dispuesta,

y a ese tiempo inolvidable yo lo invertí en enseñar...

(y ¡te gustó el Kamasutra!, pero el Tantra ¡mucho más!)

 

Después pasaron los años (siete si mal no recuerdo),

el tiempo se vuelve lerdo si se trata de gozar,

de a poco distanciaste los días de nuestros encuentros,

o me llamabas dejando para otro día la cita...

y ya tanto, que se volvió ¡monedita repetida!

 

¡Por suerte nunca sucede que el segundo se enamore!,

pues al ver el arcoíris con toditos sus colores,

toma lo que le es prestado, cual ladrón o cual pirata,

sin quejarse por las veces, o si le sobra o le falta...

(tampoco conversa mucho, ¡y menos da la perorata!)

 

De todos modos la vida cobra aquello que te dio,

el que sembró amoríos, ¡más amoríos recibió!...

y aquel que vivió en la verdad, ¡muy buena vejez tendrá!,

mas por cierto que estos casos no son pocos ni infrecuentes,

y observo que mucha gente, ¡lo hace su “modus vivendi”!

 

Yo ya he tomado distancia, cambié el rumbo de mis pasos,

de ti me voy alejando, mientras tú vas a otros brazos,

(pobrecito tu marido que ¡ni sabe tu fracaso!,

piensa que tiene familia, porque duermes en su cama,

tú solo eres una puta... ¡prostituta!... ¡no una dama!)

 

Ahora me van a decir que hablo así por despechado,

pero hoy, en que ya comprendo muy claramente tu mundo,

entiendo que si una mujer, hace el sexo “con recibo”,

no importa que si es su vecino o esposo o desconocido...

solo comercia, no ama... ¡Ay!... ¡Ay!, ¡qué suerte que fui el segundo!