kavanarudén

Nostalgias caribeñas

 

 

 

Comienza la mandolina, seguida de la guitarra.

Su voz angelical se abre paso entre la melodía armónica.

El bajo acompaña, acariciando suavemente, el arreglo.

La flauta dulce hace su aparición casi mágicamente,

expandiendo todo su dulzor melodioso.

 

No puedo hacer más que entrecerrar mis ojos y entregarme a esta experiencia mística.

 

Canta un nostálgico “polo margariteño” y es, simplemente imposible, no trasportarme a la hermosa Isla Margarita, donde nacía mi padre hace tantos años atrás.  

Lugar en que íbamos de vacaciones. Toda una aventura que comenzaba en el ferry que partía de Pto. La Cruz.

De lejos, llegando a la Isla, se divisaba las conocidas “tetas de María Guevara”, dos cerros gemelos que asemejan los senos femeninos. Dedicados a una prócer venezolana, cumanesa, que luchó en la guerra de independencia venezolana y cuya tumba se encuentra en las faldas de estas colinas.

 

Mi primer contacto con la mar los tuve ahí. Desde esos año remotos comienza nuestra historia de amor. Amo particularmente el mar, sus aguas, sus olas…

 

Esas sus olas a veces calma, a veces agitada.

Esa su caricia intensa, en cada parte del cuerpo, mientras te introduces en sus aguas tibias caribeñas.

Su sabor fuertemente salado.

Entrar en las profundidades de su vientre, era y es una experiencia única. Es regresar al útero materno, con una sensación de paz, de sosiego, de tranquilidad.

 

Cuantos kilómetros recorridos en las playas, especialmente la playa de “Pedro González”, donde dejaba correr mi imaginación, mi musa, mi inspiración.

Sentarme y mirar el horizonte, mientras el sol se ocultaba, es algo indescriptible.

 

Sensación de eternidad, de pasividad, de placidez. Infinidad de colores acompañan el tramonto, mientras las aves marineras juegan en su plácido volar.

 

Aquellos años lejanos que no volverán…

Que vivirán solamente en mi memoria, en mi mente, al lado de tantos y tantos recuerdos.

 

Ésta hermosa melodía, titulada “cuando la mar, la mar”, escrita por Henry Martínez, cantada magistralmente, por la cantante venezolana Cecilia Todd, me ha transportado lejano, haciéndome sentir esas legendarias mariposas, en la boca del estómago; la emoción que se ha traducido en pulcras lágrimas, que surcan mi cansado rostro.

 

En estos momentos en cuando la distancia es realmente dolorosa.

Me hace recordar el salmo 136: ¡Cómo cantar un cántico del Señor en tierra extranjera! Si me olvido de ti, Jerusalén, que se me paralice la mano derecha!

 

Si me olvido de ti, mi amada Venezuela, que se me paralice la mano derecha; que la muerte se haga presente y que mi recuerdo sea destruido, diluido, como diluyen las olas lo escrito en la orilla….