Facundo

La iglesia

No podía escapar de ese lúgubre aposento

me retenía hasta la misma curiosidad.

El esoterismo que apreciaba en las reliquias

despertaban en mí, intromisión, aunque no miedo.

Era tan bello, digno de afortunados ojos,

me perdía contemplando tal magnificencia.

Aprehendí en un instante, de tantos pasados,

en aquel sibilino lugar no estaba solo.

Percibí longevas carnes, no estaban con vida,

sin embargo el torpe tiempo pasaba y pasaba,

con miedo me preguntaba ¿Qué hacía yo allí?

Con miedo me preguntaba ¿Qué hacía eso allí?

Sin posibilidad de escapatoria, sin dudas

vidrios de aquella gótica iglesia destrocé,

con cierta vacilación, agarré con mis manos

dos de ellos, y en mi mojado abdomen los clavé.

Tras cuantiosos intentos, mucho más no pasó.

Luego de observar con detenimiento a ese cuerpo

comprendí con pánico y recelo,

aquel cadáver, parecía ser yo.