Hector Adolfo Campa

Bajo la muerte, en su regazo.

Las lágrimas de ángel

Crepitan sobre el rostro del verdugo.

Y un sol naciente en el horizonte,

Es el dulce y fiel testigo,

De la muerte de un alma agonizante.

 

Suenan las campanas en la catedral,

El pueblo se une al unísono,

Entre todos ruge el grito:

\"¡Muerte al simple terrenal!\"

exhalan las fáuses al maldito, 

\"Muerte al hombre sin motivo\".

 

Una dama saca su pañuelo,

Cubre con él los ojos del infante

Que en brazos lleva al evento.

La plaza bulle en ese instante,

Las flores cierran por el miedo.

 

Una botella de vino se rompe,

Un humo de hoguera arde

Como mil infiernos de Dante;

Todos esperan a que grite.

 

La lluvia cruje en los tejados,

Una ceniza yace en el suelo.

Un ave alza el vuelo a los cielos,

Mientras una mujer llora sin consuelo,

Su amado yace en fragmentos.

 

El verdugo se desviste,

Entra a su choza y come pavo.

“Hoy fue un buen día de trabajo”

Tranquilamente dice,

“lástima que no gritó tanto,

aquel simple condenado”. 

 

La vida sigue su cruzo, 

Nadie recuerdo lo pasado.

Un ave regresa al nido,

La vida se ha escondido

Bajo la muerte, en su regazo.