Marc Tellez Gonzalez

Cuanto te extraño.




Escuchame.

 

¿Puedo decirte algo?

 

Por favor deja el tejido por un momento y conversemos.

 

Pocas veces te veo desde tu partida, las circunstancias disolvieron tu vida sin motivo alguno aparente.

 

He tratado de sobrepónerme en todo sentido a que no estés conmigo.

 

Pero la realidad no deja de ser tan dura, aveces espesa como la lava ardiente del dolor que has dejado y no cesa.

 

Aprovecho este momento fugas para sentirte y decir lo que un día quise decir y, que sentía en todo momento de tu existencia en mi vida.

 

Porque siempre desde el momento que existe mi razonamiento, eres el gran amor de toda mi vida, de todas y cada una da las partes que vivo he vivido y viviré.

 

Mujer, mujer adorada de tu hogar, de enseñanza precisa, diestra en el amor, plena, sensata que en tu mirada reflejas la melancolía, tus ojos sumisos reverentes a tus sagrados hijos.

 

Las enfermedades tus desvelos, mis logros tus triunfos, tu felicidad mi sonrisa y, tu mayor anhelo hacer de mis hermanos y de mi, tu más grande obra.

 

Este instante vale más que cualquier riqueza que se pueda tener, y verte de nuevo en tu sillón, en tu posición favorita, flor de loto, mientras en tus manos las agujas encamísan punto a punto un encargo más, para dar bienestar y un poco más.

 

¡Espera aún no te vallas!

 

Tengo tanto que decirte, que me sofoca la prisa.

 

Que tan grandes son tus brazos, que en ellos cabían cinco pequeños y a cada uno, pedacítos de tu corazón caen, como lluvia de caramelo en toda dulzura.

 

Así eras, así transcurría mi infancia, tan llena de ti, sólo pensar en tu ausencia, a pesar de ser pequeño me perdía en una profunda congoja, que enseguida la cambiaba por el pensamiento de tu fortaleza, ya que verte así, enérgica y fuerte como los Robles, me hacia pensar que era imposible que un día no existieras.

 

Y veme aquí, esperando tu visita en mis sueños.

 

Después de tu partida de este mundo sólo pienso que el verte en mis sueños es despertar y, que mi infancia fue y será el sueño más maravilloso que he vivido, donde siempre y hasta el fin de mis días tu reencuentro soñado, da un poco de alivio a tu inmensa ausencia.

 

Cuanto te extraño madre mía.

 

 

Marc Téllez González