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Querido señor G

Querido señor G, desde el primer momento que lo vi, me paralizó el corazón.

Desde ese momento me gustaba verlo pasar, con su porte varonil, sus lentes que lo llenan de una misteriosa personalidad.

No se diga los momentos que fuimos creando como unos amigos extraños que se gustaban. Poco a poco me fui dando cuenta que te encantaba, esa forma de mirarme, es como si me desnudaras.

No olvidaré el primer beso, ese momento en que te acercaste y mi corazón palpitaba como un ave que de su jaula se quiere escapar, el momento en el que tenía que decidir si iniciar una aventura o detener mis deseos de fuego. Entonces me arriesgue y deje que tus labios ardorosos se unieran a los míos como una tierra que añora el agua.  Y en ese momento una sublime y majestuosa llama se incendió dentro de mí. Te besé hasta casi quedarme sin respiración. En ese momento supe que quería continuar a pesar de desechar mi lado moral. Y así continué y continué con el tiempo, ya deseaba tu piel y tu calor cada día. Deseaba ver tus ojos, pero lo que más deseaba era que me alimentaras con esos tus besos que me transformaban en una llama en su máximo esplendor, tus caricias que despertaban a esa mujer dormida con deseos de amar, apasionadamente hasta el final.

Señor G, hemos actuado muy tonto desaprovechando el tiempo y nuestra capacidad de amar, nuestro orgullo no nos deja repetir esa noche en que con tanto temblor casi me entrego a ti, en donde sentí tu piel caliente en contacto con la mía, en donde un gemido de placer del fondo de mi alma salía, en donde casi eras mío, y casi era tuya, por primera vez de alguien. Esa noche en que llovía y el sueño que te cargabas se esfumaba cada vez que mis labios con un beso destrozabas. Esa noche en la que escuche tus ruidos de satisfacción, pero lo más bello señor G, fue escuchar el palpitar de su corazón, y posar mi cabeza sobre su pecho duro y caliente, ese que me borró el miedo y las preocupaciones, ese pecho que encarcelo por un tiempo mi razón y mi sentir.

Señor G, usted me encanta, ya no sé por qué, si es usted o es la persona en la que me transforma.

Pero señor G, yo no quería esto, no quería pensarle a cada momento, no quería añorarlo, no quería sentir deseos de vivir muchas cosas a su lado, no quería preguntarme cómo será el día de hoy su estado de ánimo, tampoco quería poder disfrutar de una de sus francas sonrisas. No quería querer besarle el alma, ni mucho menos quería estar escribiendo una carta para usted.

Señor G, me voy de su vida porque yo solo quería una aventurita, algo que me ayudara a borrar mis dolores por un tiempo, que me ayudara a sentirme la mujer mala que nunca he sido, quería una pizca de sabor, algo diferente, algo prohibido. Pero lo que siento ahora no lo quería señor G, por eso me voy señor G, porque no me gusta eso que llaman amor, es algo que lastima, que aprieta las entrañas, que destruye poco a poco el alma. Me voy porque sin duda alguna si sigo por este camino, me pierdo una noche con usted y le entrego el cuerpo, el alma y el corazón. No me quiero lastimar con tan fuerte sentimiento. Señor G, caí en el peor de los errores, le amo, pero aún estoy a tiempo de liberarme antes de arrepentirme por su no correspondencia, ya que usted en el juego ganó, porque cumplió con el objetivo, no amarme como lo hago yo.