Carlos Fernando

Visitaré las casas de poetas

 

Prólogo: Obviamente esto no es un poema, pero sí hay algunas rimas escondidas y métrica si se lee con prudencia, pausa e intención.

 

Porque un poeta es ese tipo de demente que vive tocando lo que no puede sentir el cuerpo de un simple mortal que no mira más de dos palmos allende su nariz, quizá será por eso que mucha gente insiste en levantar el lóbulo nasal, como para compensar su astigmatismo.  Y uno anda por ahí pensando que es gente presumida y altiva.

Decía antes de disgregar mi atención en el vuelo de la mosca, o como decían mis abuelos "de quedarme pensando en la inmortalidad del cangrejo"; que llamaré hoy a la puerta de los poetas porque saben escuchar hasta el simple susurro del viento sobre la delicada margarita; y un poeta, es capaz de encontrar treinta y tres sinónimos distintos para mencionar el color de sus pétalos. Un poeta es capaz de inventar un río mientras escucha el golpetear de la lluvia en el tejado y mira desde dentro la ventana que escurre y el caño que chorrea. O puede ser capaz de detenerse en el instante mudo que transcurre mientras una abeja liba el néctar de una flor, en un día estival cualquiera entre las diez y las catorce. Mientras piensa: ¿Acaso de verdad los cangrejos serán inmortales, o de dónde sale tan absurdo acertijo?

Tocaré con decisión pero con suavidad a la puerta de mis amigos poetas, porque sencillamente no es necesario golpear a la puerta de un poeta porque su habitación no tiene puertas, ni ventanas, ni mucho menos muros, a menos que se trate de esos poetas como hay muchos que se deleitan en la agonía del amor que se murió de pena, o que sueñan entre los rizos de la bella que jamás estará a su lado, aquella que nunca corresponde el amor solícito del bardo que desgarra su alma en gotas de sangre tibia, y púrpura derramadas una a una sobre el papel en que relata sus desdichas. Solo esos poetas tienen muros y puertas en sus casas. Generalmente, así son los poetas jóvenes: tímidos o apasionados, basta con que la hermosa sea esquiva y orgullosa, y tendremos un bardo sangrante por resultado. Aunque algunos, jamás se hartan de sufrir, de llorar, de morir a la vida por el amor que olvida, o que sutil se escapa en la voluta de humo de un sándalo ígneo y aromático.

Voy a tocar a las puertas de todos los poetas, de los que sufren para que escuchen el ruido de la vida que se agita por fuera de sus puertas, para que se animen a dejar sus nostalgias y endechas. A aquellos cuya habitación no tienen muros, solo puertas, y ventanas en sus almas, voy a llamarlos para decirles que la vida está aquí tan cerca, que la gente no suele verla. Que me presten sus palabras de poetas para que los soñadores sueñen y los pequeños duerman sueños felices en los cuencos de las madres que amorosas acunando los velan. Para decirle al hombre angustiado que no hay por qué temer al mundo ni al gobierno, que nunca cambiarán, pero que viene un tiempo que es mejor; que esperen, que no teman. Para decirle a los jóvenes que no viven ni con poesía, ni con esperanzas ni coherencia, sin cielo ni tierra; que la vida empieza a diario, y no se agota nunca, lo que se apaga es el fuego interior cuando lo ahogamos encerrado en la soledad de la cabeza. Que el verdadero corazón no se encuentra en el tórax, sino en un lugar desconocido del abdomen, como a dos traveses de la decima vértebra dorsal. Que conduce fácilmente sus impulsos por el sistema nervioso periférico y nos hace actuar sin la participación del encéfalo. Pues la razón, si se meditan los impulsos, frena la voluntad por los prejuicios. Y sin embargo se entiende mejor con DIOS de lo que hace el cerebro, porque lo vive, lo percibe de tal forma, que aun sin conocer sus Mandamientos, el ser que lo percibe, se cohibe aun de matar al peor de los engendros. El cerebro en cambio, se devana en silogismos, en paradigmas, y en juicios ante los cuales DIOS le resulta una impostura, y es que al fin; piensa un momento: ¿Acaso los paisajes de Van Gogh podrían explicarse al genio que los hizo? ¡Insensatos!, acaso pudieron los griegos hallar  de manera irrefutable la razón de la vida. Y la existencia del universo: ¿la pudo explicar tras una vida dedicada a razonar  Carl Sagan o Michio Kaku con sus fascinantes teorías tan extrañas? Por cierto, no has visto una  anécdota de Einstein el más grande científico por mucho, donde afirma: "DIOS SÍ EXISTE".

Prefiero a los poetas por sobre los científicos y los teólogos; por sobre los exégetas que son  anverso y reverso de una misma moneda junto con el soberbio que viste bata blanca y tiene un Doctorado en Ciencias, pues ambos tratan de meter a DIOS en un tubo de ensayo haciendo uso de diferente método "científico".  Prefiero a los poetas, a los que van más allá del amor o las pasiones que se encienden entre un hombre y una mujer. Prefiero a los que son capaces de morir denunciando una injusticia, a los que cantan a las obras del ETERNO, a los que gritan el hambre de los parias, a los que se dedican a impugnar la infamia. A los que toman la voz por los que callan, a los poetas que no solo dicen nada, a los que escriben por el gozo de ordenar en palabras las horas y los días de la noche a la mañana, como hace el músico con las notas de la escala. Hoy, buscaré a mis amigos los poetas para que me ayuden a decirle al mundo: Tu tiempo llega, caro habrás de pagar por tus miserias, tu opresión, y tus astucias, por tus mentiras y crímenes impunes. Y tú, oh Job, no desesperes, que tu Libertador ya viene, ¡Espera!

 

Carlos Fernando