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EL BRINDIS DE LOS MISERABLES

EL BRINDIS DE LOS MISERABLES

 

¡Y brinden las solitarias almas un trago amargo

de soledades y fracasos, de sueños y esplendores!

I

…en su resquemor el hijo puro ¡Ay! perjurios,

a la América desnuda se deslice tal, como serpie de papel y de junco mal

¡Ay! las barcazas tristes al Amazonas su extravío, y al cielo su dolor alcance

en los días de ajeno aliento y adore, del silencio más noctámbulo, el mundo del café

y de la coca, entre la palma sin fortuna y salvaje aceitera de Aguaytía...

Si al ver a las vírgenes del Congo, más allá, amar su desnudez

¡Oigan de él! ¡Ah! Europa decadente, oigan de él osados navegantes,

del indio bizantino, caballeros y tal los bárbaros de los desiertos y espejismos:

mirar a aquel en cielos de oro y pactos con la hiedra y las angustias;

que abatirse entre aceros y murallas las mestizas carnes;

si misterios su cabeza de mortífero acero colmen y en tormentas negras

batalle infatigable al buscar su imperio y su respiro en el ocaso…

¡Con dolor respondan los puros de las vírgenes del ultraje infame!

Si le lleven en abrazos de cebados pulpos hacía la mar,

hacia los extraños suelos, hacia sus sueños de plata y oro sepultados,

entre la pólvora y la espada, ¡dancen los martirios en sus ojos!,

¡batallen las razas desangradas!

Y, mueren sus sueños, ¡triste ilusión!

Pero, allá quedan ellos entre las rocas que aún sangran,

entre sus páramos de alabastro y robles de cristal,

entre sus sierras blancas al llorar su suerte

el hijo de la América al parir la pesadilla espantos.

¡Y brinden las solitarias almas un trago amargo

de soledades y fracasos, de sueños y esplendores!

 II

 

¡Oh, terrena existencia!

Entre las brumas que ya no olean sus miradas

por el cielo de Santo Domingo, como heridos vuelos de albatros

al trepidar, así, la Habana, tus sueños y mis sueños;

y arrumben los aventureros destas tierras

el mensaje de un pasado de oropel que ya no es más de los sueños, perla, ensueño

¡Oh! la Cuba de Madeleine dolor le acosa,

atriles y sotanas y sueños negros y campanarios locos

en concierto, y hierennos la voz del tiempo, ¡y ríe con sus islas la América desnuda …!

¡Ah! mares de fuego, de sangres salpicadas en la mar se abracen

con cenizas de los dueños que ya duermen,

con razas que besaren a las razas y a los cuentos escarlata,

con mares y continentes besando al crepúsculo que aún suspira en la metralla;

así, entre la magia del delirio y en la mirada el desahucio

¡desahuciada la médula del mundo no respirar de otro azahar la vida!

Y se invente un viaje sin retorno y más, y nos hablen del desierto

y conozcan de sus pánicos ¡Vayan con sed de amor y no de sangre!

Y si al loar al diablo en ajenas tierras,

el sacrilegio, las bodas negras en las dunas y desiertos,

y el monje inquisidor, y la vampiresa, y la hechicera de la hoguera

doblen sus rodillas ante el Cristo de la herida en la costilla,

y la historia escrita es un final de luz, a los demás; ¡Ay!

¿Quién busca a quién, en su plegaria y su historia de bien o mal,

somos América ¡viva la América! ¡viva el sueño del ojo despierto!

¡Y brinden las solitarias almas un trago amargo

de soledades y fracasos, de sueños y esplendores!

III

 

¡Oh, seguimos navegando con el épico pensamiento en libertad!,

Y, en esta odisea, que es un viaje con dolor, ansiedades, soledades,

epopeyas que no han muerto, y las pléyades deste mundo y del viejo mundo,

nos perdemos en esa niebla, que torpe y necia, navíos en la sombra

atraparonle al vikingo y su barca que no es nuestra, ¡ni lo será jamás!

Y, a esos aventureros, en su odisea y sus viajes con dolor les sangraba el alma,

cantémosle así al aventurero americano, en su costa, en su desierto, en su llanura;

que bregaba entre los cactus, entre las piedras,

hallaba la vida entre la hiedra y huía el escorpión,

¡y la temible cascabel, efímera y salvaje, danzaba un son mortal!

¡Oh, aventurero de otros mares, de otras playas, de otros puertos

te llama hoy tu libertad en este canto de hermandad:

¡Que sea vuestra bronceada piel tu beso puro, ¡oh! americano, europeo y de todo mar,

que sean cartógrafos en su nostalgia y su sol al infinito,

un ángel en la omnipotencia, más allá del inframundo;

un esplendor de ensueño, un paladín usando su espada y un buen fin;

¡Oh!, indio americano, que escapaste de la muerte;

¡Oh!, ajeno de otra casta, de otros mares, de otros cielos,

en esta historia de verosímil encanto, historia y cuento es la nostalgia;

ha hermanarnos entre heridas, la piel que sangra, el corazón que ama.

Somos libres, como libre el pensamiento y liberar

al nuestro y al extraño en la Ilíada ajena;

al minotauro de Pasífae humillado por Teseo ya es pedir tanto;

y recordar, sin embargo, esa justa, la de un ciego, desafiar a la oscuridad:

¿cómo fue posible despertar en los placeres de la muerte, impasible,

contemplando mal la desgraciada suerte...?

¡Y brinden las solitarias almas un trago amargo

de soledades y fracasos, de sueños y esplendores!

IV

No se incomode aquel el que la espada esgrima, ¡nunca!

Si en Las Antillas, hombre de los mares, elévese tu gloria y tu círculo fantástico,

y el chaguaramo, fuerte, desafiante, que al cielo bese, contra el tiempo sea su rebelión,

¡Oh! Este sinsabor nos llevare más allá, hasta lo alto,  hasta la voz del silencio, extravío extraño,

¡Si ornaronle a la muerte, y al mismo Belcebú su garganta cercenada, ¡tanto bárbaro!

Y en un lapsus mentis alucinemos, alucino: Salmo  soy, ora Proverbio,

y hasta al mundo de los muertos, de Baudelaire, sea el reclamo: ¡alucinación!

¡Oh! posesos, hades y demonios, de pájaros malditos angustia, de turbulencias que no sé,

herejías de gigantes su cabellera de cristal al mar, al fondo, en el silencio...

¡Ya no me hablen desa sangre derramada por el hombre,

del que ha sucumbido en la batalla sin saber porqué!

Ora yace en un claustro de cartón, el heroico paladín,

rogándole a su dios la postrer sonrisa de papel...

Pero... este mundo es el mundo de tus sueños y de tus angustias,

no hay distancia entre nosotros, entre el labio y la palabra;

solo la historia de oscuras ambiciones y una luz que no se extingue…

Y volvemos a la realidad nuestra y preguntar en medio de fatal sombra:

¿Adónde fueron las Bermudas en las delgadas hebras del misterio,

cuándo su verdad revele y su puerta al otro mundo?

¡Misterios, misterios, silencios, silencios!

Hay tanto y tanto, y tanto se escribe, y tal vez incomprensible,

¡Ah, como de locura me atrapa en este lapso, y sigo un tanto arrogante

 hasta el Danubio, hasta el Báltico, y su abrazo y fortaleza;

y la Atlántida sin éxodo, en los estigmas de los mares, duerme, espera.

 Pero, aun así, olvidamos nuestra historia sepultada.

Y,  para variar, nada más que un pisco para brindar

 ¡Qué ruga el diablo enfurecido condenado en los Sargazos!

¡Y brinden las solitarias almas un trago amargo

de soledades y fracasos, de sueños y esplendores!

 

 V

Y la historia sigue su curso, como el rio su furia al mar, 

y, al no entender, del \"civilizado salvaje acto\", me río en vez de odiar,

 y soy euforia en esta locura de freír en esta pasión mis sesos;

pues, ¡miren, vienen saltando de una a más ¡mírenlas!

Son las Ranas de Aristófanes, ¡sí que molestan!, es la comedia;

son la leyenda, mi arma certera, - no han de matar, en esta historia de cuento y mar;

 y ya la cuento, aunque me calle el que no sabe de amor y amar

y estoy soñando en cualquier lugar, en cuna lóbrega, sin sol de abril,

y en esta simbiosis sin arco y flecha, sin la metralla, ni el arcabuz;

ahora es la batalla, no es esa cruz, es pernicioso el fratricida;

no este canto de amor y paz, es libertad, un salto eterno,

dese silencio hasta el rebelde que hoy cantó,

¡entre los huesos de algún guerrero,

con dulces damas, con tristes llantos,

con lo sombrío deste versar!

¡Y brinden las solitarias almas un trago amargo

de soledades y fracasos, de sueños y esplendores!

 

 VI

¡Cuánto transmutan los recuerdos, como el Amancae en la neblina!

Tal vez un tango, una zarzuela, un vals, al oscuro batelero,

¡Quién sabe nos aliene...nos aliene y bese, la fría mano, las estrellas!

Y lloremos a la efigie, la que olvidó el errante, ¡mírala! respira pálida,

yace sola,  ¡el encanto en los olvidos!, la sombría que avasalló el pirata,

el del beso frío, calado, ¡casi al delirio!

¡oh!, la aurora feneciendo en la mar agónica, la bella de la rosa muerta 

su piel que palidece por su mancillada flor;

el ladino aquel escupió a la historia

en su mareado bergantín,

bogando por los mares al son de un calypso

que no era de él...

¡Fatal historia, de un mundo de yerros, de pasiones, de sonrisas muertas!

Y, es la mies de una jornada, de un batel, de una ola ¡hasta llora!,

¡oh! echada lágrima por la borda del infante batelero;

no supo de banderas, de fronteras, se perdió en la nada...

 ¿Y por qué tanto lloro en las barcazas del silencio y los absurdos,

con las furias y temores de la avaricia de otros mundos?

 ¡ay! las lágrimas son perlas con forma de corazón 

y de amor suspiros y de loca pasión;

y el mundo vela la miseria que no es para él

¡sin saber por qué vela la miseria que no es para él!

 

¡Y brinden las solitarias almas un trago amargo

de soledades y fracasos, de sueños y esplendores!

 

VII

Así, cuando las estrellas de los cielos entonen aleluyas,

¡historia blanca en negrita escrita!

Recordar a esos mares y sus puertos de ternura;

y sus playas, aún tibias; nuestros cuerpos con heridas

ya sanando. Y nos bese la furtiva, la puritana

desnuda, inmaculada y con incienso ¡aliento ansioso!

y se siente junto al nuestro escapulario, nos brindó la historia

con reliquias y trofeos de arcilla y de ensueño y un poco de pesar

 en esta, la conquista infructuosa de un pasado desposado con la sombra,

¡Escuchen, hombres y aquilaten, ¡franca raza, franco continente!, olvidemos el yerro.

Y, el mármol frío de tus pasos y de tu rostro, nos llame a ser verdad.

Vayamos tras los sueños de cartón,

¡los sueños en el tiempo duermen, en la oscuridad se abaten!  

Tal vez volvieren despertares de caricias, de fingidos arrumacos,

de esperanzas destos pobres corazones; 

y hurgando entre la niebla lo que lacera en la exclamación,

los del sueño eterno, oigan, ¡son sus gritos de esperanza, en la ojota, en el descalzo,

¡en el ayuno del sin madre!

Entre tanta tiniebla ¡tanta que no habla!, ya es tanta la aflicción!,

¿dónde está está la libertad?

Y apremiare el hombre con estigmas en la frente, un dios en busca

de una sepultura sin leyenda donde enmohecidos yazcan

sus fríos pensamientos,

su apagada voz,

sus crispadas manos,

sus pasos negros;

y abrace al fin la anhelada libertad,

en ansiada fraternidad...

 

Marzo de 2014

 

Autor: Santos Castro Checa

Mallares – Perú

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