Xema

Mártires

 

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La tenue brisa corriendo

Por los campos de trigales,

Los surcos caídos por el segador;

Oh tenues brisas de oriente

Y occidente legado de Hunamphú.

 

Oh mar de cristales

Donde las lenguas autóctonas

Se pierden y Bergen en una sola.

 

El amor ha salido aprisa,

Cabalga entre el follaje de los bosques,

Entre la selva se confunde con el tigre

Y la pantera acecha a su cervatillo.

 

Sólo se oye el crujir de las ramas,

La tortuga se mete dentro

De su caparazón,

La alondra enmudece

Y el corre-camino

Busca donde escapar.

 

Mujer ¿Por qué lloras envuelta

Del lodo rojo?

Gime pequeña, tus hijos

Se los han comido las panteras

Del odio y del desprecio.

 

La voz es el arma

Y la sentencia de los que bajan

Directo a la fosa,

Es su arma y su bayoneta

Del crimen que nunca han cometido.

 

-¿Dónde estás? No miras el fuego,

Tu vida no vale más que esos.

 

-Siegan la cosecha porque el trigo

Ha madurado

Y este trigo ya quiere ser recogido,

Pero al mismo tiempo caer en tierra

Para germinar la vida de muchos.

 

Tus ríos se han teñido

De un rojo de amor,

Bebes a tragos la vida de tantos

Y entre tus manos el reclamo de la vida

De los inocentes que Herodes

Ha mandado a degollar.

 

Raquel te han llamado

Porque por los valles has llorado

A tus hijos,

Hombres te han querido consolar

Pero sus palabras efímeras han caído

Al peso del fúsil

Y de la vara del hombre tirano.

 

No llores por la brisa,

Tus hijos no han muerto;

Eres la viuda de Naím

Mira este hombre que se acerca

Y te seca las lágrimas,

Diciendo:

¡Duermen tus hijos!

 

Duermen y están en las manos

De su padre,

La muerte no ha sido cruel

Si no la dulce miel del amor

Ha curado sus heridas.

 

No es vana su muerte,

No es efímero su anunciar,

Aunque los huesos se les han roto

No se les cuenta adoloridos

Entre los que bajan a la fosa.

 

Sólo el amor puede darles valor,

Sólo el crepúsculo

Les dio la certeza segura;

La noche no les venció

Aunque sus gritos fueron de misericordia

Y, a  Esteban lo han lapidado,

Tus hijos han muerto,

Por ser seguidores de Jesús.

 

No llores, ríe, Aquél que subió

A la Cruz ahora se sienta enfrente

De ella resucitado

Y tus hijos están de pie junto a Él,

Viendo el lugar donde han regado su savia,

Germinando la vida de muchos.

 

Oye el cantar de tus hijos,

El sheol n se los ha tragado,

Han salidos victoriosos

Y entre sus labios de girasoles

Y azucena tienen el canto de Moisés

Y la palma de oro teñida del rojo

De su savia,

Germinado la vida de otros.