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INDIFERENCIA

Dando la espalda a la gente,

Cien mil velas lo alumbraban,

Aguardando en su despacho,

Para que nada cambiara.

 

La multitud y el silencio,

De tanta gente apenada,

Sollozando por justicia,

La que nunca les llegara.

 

Las velas que se encendían,

Por miles multiplicadas,

Presionaban a ese hombre,

Para que algo cambiara.

 

Y la noche fue llegando,

El día, la madrugada,

Y a la mañana siguiente,

En las paredes quedaba,

 

El cebo ya derramado,

De tanta angustia apagada,

Parecía que otro sol,

A ese pueblo iluminaba.

 

Entrando hacia su despacho,

Aquel hombre de corbata,

Cerraba aquella ventana,

Para que nada cambiara.