Poeta-Maldito1976

EL ÚLTIMO HOMBRE

El tiempo sólo es un hijo bastardo de sus propios números. La pura vanidad. Y aunque Hiperión nunca lo admitió como un defecto, pudo aceptarlo como un descuido.

 

Hiperión pudo comprender al fin, más bien observando que por sabiduría, en su castillo cerca del cielo, pues amaba el techo que sobre él hablaba y se preguntó por qué las estrellas no siempre podían sonreír. Y descubrió que su sonrisa a veces reflejaba el dolor que se escondía en la Tierra, donde caminaba el último hombre entre cruces y horcas repletas de ciencia.

 

El destino le había traído una y otra vez al mismo lugar.

El último hombre se asomó a su abismo y recordó que ya no quedaba nadie a quien poder utilizar.

 

Apiadado, Hiperión le enseño a ser el mismo segundo, tan relativo y violento, desde que le condenaron a ser un objeto gigante y por dentro, un humano tan pequeño.

 

Detrás, la ceguera del tiempo. Enfrente el abismo. El último hombre comprendió entonces que siempre había sido un desertor de la vida. Por eso eligió sus consecuencias. Las horas llenas de Luna resbalaban por sus mejillas. Y el último hombre se arrojó al vacío sembrado con su semilla.