Theo Corona

Mi canto a Pablo

Mi canto a Pablo

Sentí una fugaz brisa,
Y todo había terminado.
Concluyó el dolor;
Se acalló el llanto, y apareció el silencio
Solamente interrumpido, con campanas de duelo.
Ha muerto Pablo Neruda

Y todos lo acompañan con el corazón abierto
Hacia el Huerto del Señor,
Donde ha de plantar sus esperanzas de amor.
Dicen que la tarde era pesada,
Indivisos ahogaban el lamento
Porque a Pablo le gustaba más la sonrisa que el llanto
Pero, “...y la fatiga sigue, y el dolor infinito” no cambia, porque el poeta no muere, ni se acalla su canto que prosigue infatigable por las mares procelosos de los enigmas inmortales, que comprometen al poeta por siglos ancestrales.
¡Que lo sepan quienes estos caminos hemos tomado!
No es el hacer versos ni parafrasear tesoros,
Es el compromiso de decir las verdades
Que unos callan, y que nosotros decimos con cuerpo, virtud y alma.
Nosotros vamos trillando caminos y ríos revueltos,
Y unos cuantos pantanales que se nos suben a los hombros,
Y los enfrentamos con valor de hombres dedicados a lo recio del fragor, con nuestros valientes cantos, que no a menudo producen cárceles, destierros y llantos.

“Tierra mía sin nombre, sin América,
estambre equinoccial, lanza de púrpura,
tu aroma me trepó por las raíces
hasta la copa que bebía, hasta la más delgada
palabra aún no nacida de mi boca”

Ahora, otros son los tiranos que pretenden encerrar a la América de los montes, de los cerros, de los llanos, de los mares infinitos y de los ríos soberanos;
Y de los pueblos que se yerguen sobre materialismo tunantes y terrorismos despóticos por el villano atraído, hacia estas regiones donde todos somos hermanos.
Pablo ha muerto, no su canto. Porque nadie puede llamarse a escandalosas resacas de ideologías tunantes, rechazadas por los pueblos.
Hay que luchar con denuedo, sin pararle un palmo al palmo, porque el hombre será libre, porque Dios así ha lo dictado.
Dejo pues sobre el ataúd de cristal, mis flores eternas para
La idea inmortal de un poeta que nació pequeño,
Pero se hizo grande.

Theo Corona