Angel irredento

La fragancia del adios

 

 

Tengo la despensa llena

de cartas con olor a despedida

y también algún un presente

que no deja a casi nadie indiferente

que es agudo, muy estridente

e impaciente como el llanto de un bebé

 

Y algunas veces suelo recostar

mi cabeza en el hombro de la luna

y todos mis anhelos se hacen bruma,

pues mueren en septiembre los veranos

a los que sólo yo me obligo a renunciar

 

Y si me mira ella se hace añicos

la calma, la voluntad y el olvido

y todos mis instintos se hacen ricos

y viajan en cometas kamikazes

transportando los momentos más fugaces

que sólo ella sabe dibujar

 

Y algunas veces suelo recostar

mi cabeza en el hombro de la luna

y otras veces el silencio me importuna

con la arena del desierto de las dudas

y le grita a mis papilas gustativas

que sólo ella me sabe a soledad

 

Tengo la despensa llena,

la tengo que vaciar.