kavanarudén

Mi existir

 

 

 

Brindo a la vida, aunque si me muevo en medio de la muerte.

 

Alzo la mirada con esperanza, en medio de la cruel tormenta.

 

Camino con equilibrio, en el centro de un suelo de inquietudes.

 

Río plácida y sinceramente, ahogando lo intenso de mi dolor.

 

Lucho con ahínco, en una realidad que quiere mi derrota.

 

Sueño en medio de un mundo demasiado realista y concreto.

 

Trasformo la tristeza y la melancolía, al son de un piano solitario, en prosas, cuentos y poesías.

 

Elevo mi alma, extiendo mis alas y vuelo al infinito, queriendo encontrar una playa solitaria donde ahogar mis penas y congojas.

 

Intenso soy como el viento, como el trueno, como el volcán en plena erupción pero a la vez suave y sereno como el riachuelo que se acerca al mar.

 

Amo con ímpetu, entregándome por entero. Pasión y fuerza son los motores que guían mi existir.

 

Batallo contra el pesimismo, que a veces, quiere arrebatarme de las manos la felicidad, restregándome mis defectos y fracasos.

 

Contiendo contra mis fuerzas destructivas, esas que tratan de arrancar de cuajo mis potencialidades.

 

Una mirada profunda y sincera, es mi carta de presentación.

 

Cansado me encuentro ante la mentira, no aquella ajena, sino la mía. Esa que llamo mentira existencial.

 

Creo en la pequeñas cosas de la vida, esas que son plenas, que te dan lo hermoso y sencillo, elevándote el alma.

 

Combato por ser coherente con mis principios, con mis valores, con lo que profeso. Ese amor intenso hacia el Creador que se manifiesta en sus creaturas, sobre todo, en las más humildes y desproveídas.

 

Una puesta de sol, un himno a la vida es.

Una luna llena, maravilla de la creación.

Un atardecer, sensación de quietud indescriptible.

El mar en su intensidad, la placidez de mi alma.

Una copa de vino con un amigo, plenitud del compartir.

La candidez de un niño, prueba de la inocencia que existe.

La mirada profunda de mi amor, inyección de energía. Vivir vale la pena.

La mano amiga que sostiene, que acaricia, que da ánimo en el dolor, prueba contundente de humanidad. No todo está perdido. Ya pasará.

La mirada amorosa sencilla de mis padres, con su dar sin límites, prueba es de la ternura.

El perdón, señal de plenitud y armonía.

 

Brindo ahora y siempre por la vida, por ese regalo inmerecido, oportunidad, don y tarea. Por todo lo que me ha dado y por lo que me dará.