Donaciano Bueno

El finado

Por aquí pasó Raimundo.

Fue tan raudo su pasado

que un soplo duró, un segundo,

y en  pensar ya se ha olvidado.

 

Se creyó dueño del mundo,

consiguió ser hacendado

de un patrimonio fecundo

y ya todo lo ha dejado.

 

¡Pobre infeliz! Cuan profundo

fue tu error, mal calculado.

Tus hijos por su legado

se volverán iracundos.

 

Y en tu lecho moribundo,

¡tan tristes, tan apenados!

no tardarán ni un segundo

en disputarse. Y al lado,

 

ya en tu lecho amortajado

tendrás que escuchar los gritos

partiendo el botín maldito

sin respeto a ti, el finado.