kavanarudén

Desahogo

 

 

 

Suave misterio envuelve mi alma en este momento.

 

A veces, sin pretenderlo, la nostalgia abre sus brazos y tiernamente me envuelve.

 

Hay sensaciones y sentimientos que no se pueden explicar. Mientras más queremos explicarlos, parece que se hacen más complicados. Quizás solo hay que vivirlos y basta. Ver lo positivo de la vida y no enfrascarnos en lo negativo, en el pesimismo.

 

Desde mi más tierna infancia me he dejado llevar por el pesimismo, por no ver las cosas en manera positiva. Aprendí a pensar que las cosas iban a salir mal, para que así, cuando salieran bien, me sorprendían y me alegraba. Pensar lo contrario y que las cosas salieran mal me hacían sufrir enormemente. Mecanismo diabólico aprendido que aún persiste. Convencido estoy que solo yo tengo el poder de cambiar esto y nadie más.

 

Tengo muchas cosas que realmente colman mi vida, pero llega un momento en que me enfrasco en la tristeza y el mutismo se hace presente. Silencioso y distante me encierro en mis pensamientos haciéndole mal a la persona que amo, ya que se preocupa. – tengo miedo de tus silencios – me dice cuando entro en mi “concha” hermética. El pensamiento fundamental es: ¿y si nuestra relación no funciona? ¿y si todo termina en un mañana no muy lejano? ¿y si…?

 

Es la típica situación de saber lo que hacer y sin embargo, no se hace. Saber que tienes que hablar, manifestar lo que sientes y piensas, pero… simplemente no ser capaz. En ese momento el temor me envuelve ya que creo destruir todo, de no aprovechar el momento, de echarlo todo a perder…

 

Pensar que como profesión tango la capacidad de entrar en empatía, en ayudar a ver a los demás sus potencialidades, de darles una mano a ver las cosas en manera diversa y a mucha gente he podido ayudar. Se hace presente, en mi mente cansada, la frase: Médico cúrate a ti mismo… Ironías de la vida…

 

Hoy me sale escribir todo este “rollo”. Perdónenme.

Me gustaría escribirle a la vida, al amor, a la felicidad, al optimismo…pero no es lo que me sale desde dentro.

En este momento mis escritos son una lágrima versada, un grito silente, una mano tendida.

Sé que hay situaciones existenciales que realmente son preocupantes: un padre de familia que no tiene lo necesario para llevar a casa, una persona con una enfermedad terminal, quien sufre por no tener trabajo y yo, en manera egoísta me frustro de esta manera.

 

Pensar en las personas que me aman, respetan, quieren. En algunos de mis lectores que aprecian lo que escribo y me profesan su solidaridad y su amistad sincera, es el “bálsamo” que alivia estos momentos en los cuales me torturo. Gracias a Dios por todos ustedes. Cuando escribo: Dios te bendiga, lo hago de corazón, porque quiero lo mejor para los seres que quiero, admiro, respeto y considero.

 

Quizás debería desconectarme de todo e irme a la cama pronto. Escuchar un poco de música, relajarme y no hacer presente mi estado de ánimo ya que es mi problema. Mañana saldrá el sol y todo será diferente, al menos eso espero…